Asociación de Trasplantados de Páncreas.

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lunes, 13 de diciembre de 2010

Crónica de un trasplante de páncreas: “Nunca baje los brazos, y eso me salvó la vida”

Sociedad

“Nunca baje los brazos, y eso me salvó la vida”

12.12.2010 | Valeria es balcarceña y desde los tres años dependía de la insulina para vivir. Pero un trasplante multiorgánico en la Fundación Favaloro le cambió la vida. Un testimonio conmovedor.

Mientras la ciudad de Buenos Aires se prepara para ingresar en la madrugada del 15 de septiembre, el teléfono de un departamento de Montserrat no deja de sonar. Esa llamada fue providencial. Valeria se enteraba así que los órganos que espera estaban listos para ser trasplantados en la Fundación Favaloro a la que había concurrido después de estar en lista de emergencia nacional y luego de sufrir 27 años las consecuencias de una diabetes incontrolable.

Esa noche, un chico de su misma edad había sufrido un ACV –Accidente Cerebro Vascular- mortal en la localidad de San Isidro. Ese episodio trágico abrió una luz de esperanza no sólo para Valeria sino para tres personas más que esperaban por otros órganos. El operativo fue dinámico, veloz, sin pausa.
 
Tras recibir el llamado de la Fundación cincuenta minutos después de la medianoche, Valeria se trasladó hasta la sede de este prestigioso centro de salud donde la esperaba su médico y todo un equipo de profesionales. La operación duró cerca de nueve horas, pero la fortaleza y las ganas de vivir de Valeria hicieron que su posoperatorio se transformara en un proceso marcado por la buena evolución. Tal es así que en poco tiempo pudo salir de la Fundación y hoy está de vuelta en su tierra, en su pueblo, en su lugar en el mundo, empezando una nueva vida.

Desde que nació Valeria Ares (30) vive en San Agustín y es empleada administrativa en el destacamento policial que funciona en esa localidad. “Desde los tres años soy -perdón, era- insulina dependiente –me inyectaba varias veces por día- porque se me generó una diabetes por la acumulación de infecciones en la garganta, según nos dijeron los médicos en su momento. En ese año 1983 como no había especialistas en Balcarce debí trasladarme hasta Mar del Plata donde comencé con un tratamiento. Con el tiempo la fui llevando, aunque haciendo una vida que en algún caso poco tenía que ver con una nena de mi edad.

Pasó el tiempo y ya con 20 años sufrí mi primer coma diabético por el que terminé cinco días internada en terapia intensiva. Si bien esto suele suceder en algún momento de la vida de una persona que sufre diabetes, fue una descompensación grave, por lo que tras ese episodio comencé con controles más regulares con el doctor Guillermo Alzueta. Luego de algunos años, mi riñón tenía muchas dificultades para funcionar correctamente y me derivaron al Centro de Diálisis de Balcarce. Primero empecé con dieta estricta para ver si mi llegada a la diálisis se podría retrasar, pero los valores no cambiaban y así fue que volví a Mar del Plata para realizarme las fístulas para finalmente dializarme a partir de diciembre de 2007. Desde que entré en diálisis tuve la convicción y la fe de que me iban a trasplantar. Nunca bajé los brazos, y eso me salvó la vida”, apunta Valeria en la charla con el diario La Vanguardia. 

  “Generalmente, y por lo que he pasado, las venas de los diabéticos son muy sensibles, por lo que este proceso resulta fundamental. Como las fístulas no andaban, comenzaron a dializarme a través de catéteres en las piernas y en el cuello hasta que por decisión del equipo técnico del Centro de Diálisis se me puso una prótesis en una pierna para dializarme, aunque ahora está anulada. Estuve seis meses en diálisis, y en diciembre de 2008 entre el lista de emergencia nacional para un trasplante de páncreas y riñón, aunque el centro de salud recomendado por la obra social no era el que esperaba y decidí cambiar, aunque eso retrasó todo. Así fue que llegué en septiembre de 2009 a la Fundación Favaloro. Y ahí empezó otra historia.

En febrero de este año terminé con todos los estudios y en julio volví a la lista de espera. Fueron dos meses y medio de espera y angustia, pero el teléfono finalmente sonó”, dice Valeria, sin dejar de mencionar que previamente había participado de cuatro operativos del INCUCAI y la Fundación pero por distintos problemas con los órganos el trasplante tan anhelado no había podido concretarse. Así fue que llegó el día D. Ese 15 de septiembre fue una bisagra en mi vida. Puedo decir que volví a nacer. No me olvido que antes de la operación éramos 83 las personas que esperábamos por esos órganos. Pero el hecho de haber tomado la decisión de quedarme en Buenos Aires tras los primeros cuatro intentos fallidos fue muy acertada porque cuando aparecieron los órganos yo estaba a dos cuadras de la Fundación en un departamento que con mucho esfuerzo habíamos alquilado”, cuenta Valeria. 

Nueva vida. Detrás del barbijo celeste con un delgado elástico blanco ya no se esconde el sufrimiento de una joven que desde los tres años lucha con la diabetes, sino la de una mujer llena de vida, alegre, y dispuesta a concretar todos sus sueños postergados. “La verdad es que empecé otra vida. No más insulina, no más diabetes, no más diálisis. No tengo dudas que el 15 de septiembre volví a nacer. Y esto es lo que yo quiero resaltar y destacar como mensaje. Se puede. Hay cura y el trasplante es una gran oportunidad. Sé que no es fácil, pero le digo a la gente que esté pasando por un proceso de este tipo que no baje los brazos, que luche, y que tenga fe, aún en los momentos más difíciles. Esa fue mi postura ante la adversidad y hoy lo puedo contar. Pero me gustaría que mi testimonio sirva también para concientizar sobre la importancia de donar los órganos”, dice Valeria en la paz y la armonía de su casa de San Agustín. 
La nota completa en la edición impresa de La Vanguardia.

Fuente:http://www.diariolavanguardia.com/noticias/6178-nunca-baje-los-brazos-y-eso-me-salvo-la-vida/ . 

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