Marina G. Abarrategui, Sevilla
Actualizado 28/02/2011 22:12
De izquierda a derecha, Gonzalo Álvarez, Curro González, Beatriz
González, María Luisa García y Ana María Muñoz. - Javier Cuesta
Los trasplantados de órganos de Sevilla degustan la vida gota a gota, mientras recuerdan que la solidaridad es el mayor tesoro que tiene el hombre.
Tiene una figura un tanto artrítica, por lo retorcido de su
tronco, hojas de verde y plata y un recuerdo de las segundas
oportunidades que devuelven la vida. Un olivo centenario, ese tan
retorcido, ha sido el regalo de Joaquín Tirado al Parque del Alamillo,
que plantado desde hace poco, espera pacientemente a que sus raíces
encuentren acomodo. Joaquín es trasplantado hepático y visitante asiduo
del parque, siempre que su salud no lo ata a una máquina. Son los
grandes protagonistas de los quizás escasos gestos solidarios que aún
dedican los seres humanos; los trasplantados y donantes de órganos son
el ejemplo más cercano de que, por mucho que la medicina sorprenda cada
día, todo queda escaso sin aquellos que regalan la vida a los que la
necesitan. “Ningún trasplante es igual a otro, pero todos queremos
volver a recuperar nuestra vida.” Así, Beatriz González Villegas,
explica la fuerza que aún muestran los que, como ella, siguen vivos
gracias a la solidaridad de otro. Su voz engaña; aguda y llena de
energía, nunca deja entrever que pertenece a una mujer que ha sufrido un
trasplante de riñón y páncreas. Ella aún no se ha olvidado de los
quirófanos, pero al igual que todos los que componen la Asociación de
Trasplantados de Páncreas nunca ha dejado de luchar por los que vienen
después. Con sede en Alcalá de Guadaíra, es una de las seis
organizaciones de Sevilla que suma las ganas y esfuerzo de los
trasplantados de la provincia. Todas le invitan a que el domingo 20 de
marzo, en el Parque del Alamillo, inaugure a su lado el monumento a los
Donantes de Órganos. Rodeado de pizarra y seis pequeños cipreses, este
olivo centenario será símbolo de la vida que unos donaron a otros.
Ejercite un poco su empatía, póngase en su lugar de todos ellos, imagínese cuando ya ha terminado todo, la verdadera lucha y la espera que ha sido; que quieran seguir trabajando por otros es un valor más que sumarles. “Los enfermos trasplantados somos muchas veces egoístas, y una vez curados dejamos de luchar por la mejoría de los que vienen después. Yo no podría dejar de entenderles, he estado enferma desde que era niña y puedo decir que es normal que el cansancio haga que se quieran quitar de en medio”. Por supuesto, ninguno de ellos lo va a hacer.
Alcer Giralda, la Asociación Andaluza de Trasplantados de Corazón ‘Ciudad Híspalis’, Asociación Andaluza de Trasplantados Hepáticos ‘Ciudad de la Giralda’, Asociación Andaluza de Fibrosis Quística y la Asociación de Trasplantados de Páncreas, además del grupo de trasplantados de Marchena-Paradas. Son seis asociaciones, pero también un caso único. “Somos la gran diferencia de Andalucía porque todas las asociaciones trabajamos juntas”, asegura Beatriz, “No somos más que un grupo de amigos, por supuesto que todos tenemos experiencias comunes y trabajamos por lo mismo, pero te prometo que si sólo fuera por la convivencia ya merecería la pena”. La verdad es que a veces ni los mejores grupos de amigos son capaces de lograr tanto. Pareciera que la distinción entre asociaciones no es más que un intento por aclarar el panorama, porque que a la hora de actuar es imposible que den un paso si no favorece a todas.
No se olvida que la lucha es siempre del paciente, pero como a fuerza de visitas, sustos, llamadas y citas, los pasillos del hospital se terminan haciendo familiares y parte de sus días, el trabajo de instituciones como el Hospital Virgen del Rocío se antoja imprescindible. Apuestan por ellos, les invitan a organizarse y colaboran en cada propuesta que realizan. José Pérez Bernal ha trabajado ocho años y medio como coordinador de trasplantes de este hospital, y pese a la labor única que le reconocen las asociaciones de trasplantados él lo deja claro desde el principio: “Ellos mismos son los protagonistas, los donantes y los trasplantados, el resto sólo somos profesionales.”
Decir que el año 2010 descendieron 4 puntos los donantes en Andalucía, queda con ese frío del que se revisten los datos desnudos. Quizás cuatro puntos no parezcan tanto, pero es que no se cuentan por cifras, sino por vidas que se salvan. Son datos que invitan a continuar el trabajo por el que apuesta José Pérez, cuidar ese frágil equilibrio del que depende todo. “Yo soy promotor de la solidaridad”, explica, “y aglutino a un equipo impresionante formado por todas las asociaciones, juntos conseguimos que la sociedad llegue a ser lo solidaria que puede ser.”
Más allá de datos o testimonios, lo cierto es que la enfermedad y su cura, donación y trasplante, es el día a día de muchas personas:
María Luisa García Osuna tiene 54 años, vive en Carmona y es ama de casa: “La vida se me terminaba a los 41, y lo más importante ha sido encontrar a una persona solidaria que me salvó.”
Curro González Atalaya tiene 38 años, vive en Marchena y es cocinero: “A mí me pilló todo esto con 17 años, y te aseguro que te cambia la vida. Pero por eso mismo yo sigo trabajando por los demás, porque se pueden seguir consiguiendo muchas cosas.”
Ana María Muñoz Raya tiene 47 años, vive en Carmona y es pensionista: “Me he perdido demasiadas cosas por estar enchufada a una máquina, pero gracias a la gente buena que hay en el mundo he ganado otra vida.”
Ana María Castillo Ramírez tiene 41 años, vive en Paradas y es ama de casa: “Renacer, volver a tener ilusión y ganas, simplemente, me dieron la vida por segunda vez.”
Ejercite un poco su empatía, póngase en su lugar de todos ellos, imagínese cuando ya ha terminado todo, la verdadera lucha y la espera que ha sido; que quieran seguir trabajando por otros es un valor más que sumarles. “Los enfermos trasplantados somos muchas veces egoístas, y una vez curados dejamos de luchar por la mejoría de los que vienen después. Yo no podría dejar de entenderles, he estado enferma desde que era niña y puedo decir que es normal que el cansancio haga que se quieran quitar de en medio”. Por supuesto, ninguno de ellos lo va a hacer.
Alcer Giralda, la Asociación Andaluza de Trasplantados de Corazón ‘Ciudad Híspalis’, Asociación Andaluza de Trasplantados Hepáticos ‘Ciudad de la Giralda’, Asociación Andaluza de Fibrosis Quística y la Asociación de Trasplantados de Páncreas, además del grupo de trasplantados de Marchena-Paradas. Son seis asociaciones, pero también un caso único. “Somos la gran diferencia de Andalucía porque todas las asociaciones trabajamos juntas”, asegura Beatriz, “No somos más que un grupo de amigos, por supuesto que todos tenemos experiencias comunes y trabajamos por lo mismo, pero te prometo que si sólo fuera por la convivencia ya merecería la pena”. La verdad es que a veces ni los mejores grupos de amigos son capaces de lograr tanto. Pareciera que la distinción entre asociaciones no es más que un intento por aclarar el panorama, porque que a la hora de actuar es imposible que den un paso si no favorece a todas.
No se olvida que la lucha es siempre del paciente, pero como a fuerza de visitas, sustos, llamadas y citas, los pasillos del hospital se terminan haciendo familiares y parte de sus días, el trabajo de instituciones como el Hospital Virgen del Rocío se antoja imprescindible. Apuestan por ellos, les invitan a organizarse y colaboran en cada propuesta que realizan. José Pérez Bernal ha trabajado ocho años y medio como coordinador de trasplantes de este hospital, y pese a la labor única que le reconocen las asociaciones de trasplantados él lo deja claro desde el principio: “Ellos mismos son los protagonistas, los donantes y los trasplantados, el resto sólo somos profesionales.”
Decir que el año 2010 descendieron 4 puntos los donantes en Andalucía, queda con ese frío del que se revisten los datos desnudos. Quizás cuatro puntos no parezcan tanto, pero es que no se cuentan por cifras, sino por vidas que se salvan. Son datos que invitan a continuar el trabajo por el que apuesta José Pérez, cuidar ese frágil equilibrio del que depende todo. “Yo soy promotor de la solidaridad”, explica, “y aglutino a un equipo impresionante formado por todas las asociaciones, juntos conseguimos que la sociedad llegue a ser lo solidaria que puede ser.”
Más allá de datos o testimonios, lo cierto es que la enfermedad y su cura, donación y trasplante, es el día a día de muchas personas:
María Luisa García Osuna tiene 54 años, vive en Carmona y es ama de casa: “La vida se me terminaba a los 41, y lo más importante ha sido encontrar a una persona solidaria que me salvó.”
Curro González Atalaya tiene 38 años, vive en Marchena y es cocinero: “A mí me pilló todo esto con 17 años, y te aseguro que te cambia la vida. Pero por eso mismo yo sigo trabajando por los demás, porque se pueden seguir consiguiendo muchas cosas.”
Ana María Muñoz Raya tiene 47 años, vive en Carmona y es pensionista: “Me he perdido demasiadas cosas por estar enchufada a una máquina, pero gracias a la gente buena que hay en el mundo he ganado otra vida.”
Ana María Castillo Ramírez tiene 41 años, vive en Paradas y es ama de casa: “Renacer, volver a tener ilusión y ganas, simplemente, me dieron la vida por segunda vez.”
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