Asociación de Trasplantados de Páncreas.

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domingo, 30 de enero de 2011

Para Patxi Irigoyen, trasplantado bipulmonar, ´La mente nos puede limitar mucho más que una enfermedad´

Coronó una cumbre de 6.000 metros tras serle practicado un doble trasplante de pulmón

Patxi Irigoyen pasó de no poder dar más de diez pasos seguidos y toser cada veinte segundos a coronar una cumbre de más de 6.000 metros en los Andes chilenos







Patxi Irigoyen, ayer, en A Coruña. / fran martínez
Patxi Irigoyen, ayer, en A Coruña. / fran martínez 

De no poder dar diez pasos seguidos y toser cada veinte segundos a coronar una cima de más de 6.000 metros en los Andes chilenos tras someterse a un doble trasplante de pulmón. El joven navarro Patxi Irigoyen es todo un ejemplo de superación para los afectados por fibrosis quística, una enfermedad genética que ataca directamente a los pulmones y el páncreas. Incluso la literatura médica se ha hecho eco de su hazaña, plasmada por él mismo en un documental que ayer se presentó en A Coruña

MARÍA DE LA HUERTA | A CORUÑA La historia de Patxi Irigoyen es un claro ejemplo de superación. En apenas nueve años, este joven navarro ha pasado de no poder respirar y toser cada veinte segundos a correr medias maratones, viajar por buena parte de Marruecos en moto e, incluso, coronar una montaña de más de 6.000 metros. Tanto es así, que la literatura médica habla de él como "la primera persona del mundo de la que se tiene constancia escrita de haber ascendido más de 4.000 metros con los dos pulmones trasplantados". Ayer presentó en A Coruña Nag Mapu, la cima interior, un documental que relata su ascenso al Cerro de las Tórtolas, en los Andes chilenos, una cumbre situada a 6.350 metros de altura. Los beneficios de su venta -el coste es de 14,95 euros- van destinados a las becas de investigación Pablo Motos contra la fibrosis quística.

Patxi descubrió que padecía esa enfermedad a los 9 años, aunque sus síntomas le habían acompañado desde el mismo día de su nacimiento. "La fibrosis quística es una patología genética que afecta a órganos como los pulmones y el páncreas y que, en mi caso, se tradujo en una importante pérdida de peso y en un catarro tras otro", explica este joven navarro, de 35 años, quien reconoce que la perseverancia de su madre fue clave para dar con el origen de su mal. "No paró hasta que, en un hospital de Zaragoza, acertaron con el diagnóstico y me pusieron un tratamiento que me permitía jugar con mis amigos y hacer algo de deporte", recuerda.

Los fármacos que tomaba a diario permitían a Patxi sobrellevar la enfermedad aunque, eso sí, "cuidando al máximo" sus esfuerzos. "Si a día de hoy la fibrosis quística es un dolencia poco conocida, por aquel entonces era una absoluta desconocida. Por eso decidí ocultar a mis amigos lo que me pasaba. A veces, por los esfuerzos se me rompía alguna vena y tosía sangre. Me agobiaba que la gente me mirase como si fuese un enfermo contagioso", señala, y añade: "El tratamiento no era la panacea, y cada vez me encontraba peor. Llegó un momento en el que apenas podía dar diez pasos seguidos sin sofocarme. Tosía cada veinte segundos y ya no podía llevar una vida normal. Con sólo 22 años, tuve que dejar mi trabajo como mecánico y me dieron la incapacidad absoluta", relata el joven navarro.

El respeto que le daba entrar en un quirófano hizo que Patxi fuese posponiendo la decisión de someterse a un doble trasplante de pulmón hasta que entró en una situación límite. "Cuando decidí dar el paso, tenía sólo el 20% de la capacidad pulmonar", apunta.

La intervención, que se le practicó en el Hospital la Fe de Valencia, duró doce horas y, en ella, tuvo que superar dos paradas cardiorrespiratorias. "Le pedí a una enfermera que grabase la operación y, cada vez que veo ese vídeo, se me saltan las lágrimas", admite Patxi, quien, tras un complicado proceso de recuperación -llegó a tomar hasta 40 pastillas diarias-, recibió el alta médica y pudo, por fin, "volver a vivir". "La idea del documental surgió, precisamente, en una de las revisiones a las que me sometí en Valencia tras la operación, cuando el doctor Javier Botella me propuso participar en un estudio sobre las alteraciones físicas que un gran esfuerzo podía producir en un paciente trasplantado. Aunque el reto tenía sus riesgos, decidí aceptar para demostrar que, a veces, la mente nos puede limitar mucho más que la propia enfermedad", señala.

Y Patxi, que ya había coronado cimas menores en los Picos de Europa y el Pirineo aragonés -y también había probado suerte en el Breithorn (4.160 metros), en los Alpes suizos- decidió entonces cruzar el charco, poner toda la carne en el asador y probar suerte en los Andes chilenos. "Decidí parar a 300 metros de la cima, y los compañeros se abalanzaron sobre mí con lágrimas en los ojos", rememora este joven, cuyo próximo reto será subir a los Ojos del Salado, el volcán más alto del mundo. Con su fuerza de voluntad, seguro que lo consigue.

http://www.laopinioncoruna.es/sociedad/2011/01/29/patxi-irigoyen-mente-limitar-enfermedad/462152.html

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