Asociación de Trasplantados de Páncreas.

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domingo, 23 de enero de 2011

La donación de donante vivo, por Juan Carlos GARCÍA-VALDECASAS


La donación de donante vivo (I); por Juan Carlos GARCÍA-VALDECASAS
22 Enero 11 - -
Como es por todos sabido, recientemente la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), con apenas dos décadas de vida, fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, lo que constituye un claro reconocimiento a su labor en pro de la actividad trasplantadora en España, así como en el resto del mundo. El citado reconocimiento trae causa de la infraestructura, sumamente eficaz, que nuestro país ha sabido desarrollar en torno a la actividad trasplantadora, algo que se conoce a nivel mundial como el «Spanish model» de trasplantes;  lo que, unido a la generosidad y solidaridad de la sociedad española, ha hecho posible este éxito del que debemos sentirnos todos orgullosos.

Buena prueba de lo anterior viene constituida por la reciente aprobación del borrador de Directiva Europea sobre la Donación de Órganos y Trasplantes («EU Directive on Organ Donation and Transplantation») por parte del Parlamento Europeo. La citada directiva, basada en el modelo español de trasplantes, pretende mejorar los sistemas del entorno europeo. Ello permitirá que países igual de generosos, pero con sistemas deficientes, importen las buenas prácticas made in Spain; cosa que ya han hecho, entre otros, Reino Unido y países iberoamericanos.

Efectivamente, España, a pesar de la corta y reciente historia que tiene en este tipo de Medicina, es líder mundial en lo que a la donación de órganos para el trasplante se refiere.  Así, con 34/35 donantes por millón de población (p.m.p.), España es la «envidia» de muchos países del mundo. Nótese que en la Unión Europea la cifra se reduce a la mitad (18,1 p.m.p) y en Estados Unidos en casi 10 donantes por millón de habitantes. Todo lo anteriormente comentado ha permitido que, en un período de pocos años, la asistencia sanitaria española haya pasado a ser considerada, conjuntamente con la francesa y alemana, como una de las más eficaces de Europa.

El porqué
La propia evolución de la medicina unida a los resultados obtenidos en los trasplantes de donante cadáver (si se me permite la expresión) han generado un aumento del número de indicaciones y nuevas necesidades, cada vez más importantes. Así, debe destacarse que la causa de la donación ha cambiado de forma drástica en la última década. Si hace 10 años predominaba el donante joven (p.ej. como consecuencia de un accidente de tráfico), hoy predomina un donante tipo de edad superior a 60 años (p.ej. como consecuencia de un accidente vascular cerebral).

Las repercusiones derivadas de la actual situación son inteligibles: por un lado, los riñones de las personas de avanzada edad nunca tienen la «calidad» que tienen los de los más jóvenes, siendo su funcionalidad tras el trasplante claramente inferior; por otro lado, aunque en el hígado no resulta tan evidente como en el riñón, cierto es que los hígados procedentes de gente de avanzada edad son más susceptibles de ser dañados por agentes externos (e.g. Virus de la Hepatitis C).

Así las cosas y en lo que a la donación renal se refiere, debe destacarse el aumento (logarítmico) que se ha ido produciendo en la proporción de trasplantes realizados con órganos procedentes de donantes vivos, situándose en la actualidad en un porcentaje cercano al 50%. A mayor abundamiento, resulta probado que los resultados con injertos procedentes de donante vivo tienen mejor resultado a largo plazo que aquellos que proceden de donante cadáver (en muerte cerebral).

La situación en relación con los trasplantes de hígado procedentes de donante vivo es diferente por varias razones: (i) A pesar de tener un gran número de donantes, la incidencia de pacientes con indicación de trasplante es claramente superior a nuestras posibilidades; (ii) no existe alternativa terapéutica ni de mantenimiento, lo que supone que el paciente en lista de espera tenga riesgo de fallecer sin llegar al trasplante, y (iii) por último, la intervención en el donante es más agresiva y compleja lo que conlleva, sin duda alguna, un mayor riesgo para éste. Todo lo anteriormente manifestado ha provocado que en España se haya iniciado un proceso de cambio cuya piedra angular reside en el donante vivo, una alternativa cada vez más razonable ante la falta de órganos de «calidad» y los riesgos de que el paciente no llegue al trasplante.

El riesgo
El donante vivo es una persona, por definición, sana. La legislación permite garantizar su seguridad, dentro de lo razonable. Son varios los aspectos que tratan de asegurar la donación y, con ello, al donante. En primer lugar, la legislación actual, que pretende facilitar este tipo de donación, establece normas que garantizan la consecución de un proceso transparente. Dicho proceso finaliza ante el juez encargado del Registro Civil, garante del cumplimiento de las normas jurídicas anteriormente referidas. Con carácter previo, se ha procedido por parte del equipo médico a (i) una evaluación clínica exhaustiva del donante, (ii) un estudio externo de su capacidad psicológica y (iii) por último, un control realizado por parte del Comité de Ética del centro, asegurando la normalidad de todo el proceso.

No obstante, ni las normas jurídicas tendentes a proteger todo el proceso ni la ciencia pueden garantizar una eficacia del 100% respecto de la protección del donante vivo. Desgraciadamente, asociado a cualquier procedimiento quirúrgico existe siempre un riesgo, que puede tratar de minimizarse al máximo pero que nunca podrá ser de cero.

Esta realidad es la que coloca a este tipo de trasplante en una situación de controversia ético-social derivada del propio hecho de «meter en quirófano» (si se me permite la expresión) a una persona sana y de los acontecimientos que le puedan salpicar. A título de ejemplo, traemos a colación el fallecimiento de una periodista (donante) en EE UU alrededor del año 2001. La repercusión mediática que la desgraciada circunstancia acarreó comprometió de forma significativa este tipo de trasplante en el mundo occidental. El riesgo existe, siendo obligación de la Medicina actual reducirlo al máximo con la conciencia de que nunca podrá ser de cero. En la actualidad, el riesgo de fallecimiento de un donante vivo de riñón es del 0,1%, y el del donante vivo de hígado del 0,3%.

El donante es el único agente de todo el procedimiento que envuelve a un trasplante de donante vivo que no recibe nada a cambio.

El receptor del órgano es el claramente beneficiado y, además, en una doble dimensión. La primera deriva de la posibilidad de recuperar su calidad de vida. Y la segunda viene motivada porque la calidad del injerto que recibe es claramente superior a los que provienen de donante cadavérico (en muerte cerebral).

El hospital y el equipo quirúrgico reciben, además de la satisfacción y autoestima derivada del éxito de la intervención, el prestigio científico y asistencial consecuencia de la práctica exitosa de una cirugía compleja donde las haya.

El donante realiza una contribución a la sociedad (en su concepto más amplio) que muchos, a pesar de no llegar a entenderla, admiramos profundamente. La contribución social realizada por el donante se pone de manifiesto en una cuádruple dimensión: la primera, la sociedad-familia del receptor que, sin duda, sale beneficiada por recuperar a un ser querido; la segunda, la sociedad-conjunto productivo, la devolución de esa persona a las redes de productividad redunda en beneficio de todos; la tercera, la sociedad-Estado, al recuperar a una persona que de no haber sido intervenida representaría un coste permanente (ingresos en el Hospital repetidos hasta su fallecimiento), y la cuarta, a la sociedad-comunidad científica a la que le permite mejorar y perfeccionar sus praxis de cara a reducir los riesgos en las intervenciones y a mejorar la salud de todas las personas que constituyen la sociedad, las de hoy y las de mañana.

Tras el heroico acto realizado por el donante, que redunda en beneficio de todos, éste sólo recibe la compensación psicológica al comprobar las consecuencias de su acto altruista.
¿Cómo se podría compensar esta situación de forma que fuera más justa con el protagonista principal del trasplante (sin donante no cabe trasplante de ningún tipo)?

La necesidad de protección
El donante debería ser protegido en todos los aspectos. Así, debe protegérsele durante el proceso de donación, garantizándose el cumplimiento de las normas que hacen que el proceso sea transparente y claro. Ese paso, podemos afirmar, se ha logrado con ayuda de la Administración.

Sin perjuicio de lo anterior, consideramos que esa protección hacia el donante debe ampliarse al periodo postoperatorio. Realizada la donación parece que el donante ya no exista. En opinión del que suscribe, es de justicia que, tras el acto de contribución social realizado por el donante vivo, se le proteja más aún, si cabe, que durante el proceso de donación. Ello permitiría alcanzar un equilibrio, nunca completo, entre el beneficio obtenido por la sociedad en su conjunto y el riesgo altruista asumido por parte del donante.

A título orientativo, nos permitimos acompañar una serie de protecciones que deberían amparar a la persona donante:

En primer lugar, debería analizarse la posibilidad de crear una protección similar para el donante vivo a la que tiene la mujer puérpera, es decir, garantizarle el mantenimiento del puesto de trabajo y la obtención de la baja laboral durante el período de recuperación (hoy existen donantes que han perdido su puesto de trabajo a raíz de la donación).

En segundo lugar, debería garantizársele también un seguro de vida y asistencial vitalicio. El donante vivo, más que nadie, ha demostrado tener una salud encomiable que lo ha hecho idóneo para la donación. Hoy, el donante está deliberadamente penalizado por todos los seguros asistenciales y de vida, al tener un antecedente de intervención quirúrgica.

En tercer lugar, consideramos oportuno analizar algún tipo de compensación fiscal para estas personas que tan importante contribución realizan a la sociedad.

Todas las anteriores medidas podrían recogerse en aras a garantizar que, cuando menos, el donante vivo no resulte perjudicado tras la realización de la donación.

Sirva el presente artículo de propuesta para nuestro legislador, que no puede dar la espalda a los problemas que se han planteado en el presente artículo y que existen; máxime teniendo en cuenta lo pionera que ha sido España hasta ahora en el mundo de la donación y los trasplantes de órganos.

Somos conscientes de lo que una propuesta de este tipo significa. Sin embargo, consideramos importante reconocer la contribución a la sociedad que hacen los donantes vivos. Reconocimiento que, en la actualidad, no ha sido debidamente reconocido en ningún país.




Juan Carlos GARCÍA-VALDECASAS
Catedrático de Cirugía de la Universidad de Barcelona y jefe de servicio de Cirugía General y Digestiva del Hospital Clínic de Barcelona





http://www.larazon.es/noticia/4132-la-donacion-de-donante-vivo-i-por-juan-carlos-garcia-valdecasas

http://www.larazon.es/noticia/3437-la-donacion-procedente-de-donante-vivo-una-asignatura-pendiente-y-ii-juan-carlos-garcia-valdecasas

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