Comenzó con 46 años. Una sed insaciable fue el síntoma
que la llevó a descubrir que padecía diabetes, de tipo 1. Cuatro años
después, María del Carmen Pons asegura que su mejor aliado contra esta
enfermedad crónica es el glucómetro, un aparato que mide su nivel de
azúcar en sangre gracias a una tira reactiva.
Según ella, este instrumento puede ser la principal
herramienta de autocontrol, la que posibilita que cada diabético
contribuya de manera activa para conseguir que no le surjan las
complicaciones que pueden ir aparejadas a la enfermedad con la ayuda
-recomienda- de un especialista: un endocrino.
A lo largo del día se realiza al menos tres mediciones:
antes de las comidas principales, aunque a veces es necesario hacer
alguna más en caso de que haya una bajada de azúcar o de que se produzca
un error. En función de esos niveles se organiza el resto de la vida
del diabético: la cantidad de insulina que tiene que inyectarse (en caso
de que la necesite), la ingesta de comida, ejercicio físico, etc...
En cada ocasión hace falta una nueva tira reactiva, por
ello los diabéticos no entienden que desde el sistema sanitario público
se intente controlar el número que utiliza cada enfermo tirando a la
baja.
Existe un protocolo que establece la cantidad de tiras
que necesita cada paciente y que las asociaciones de diabéticos
rechazan. «Yo necesito unas 100 tiras cada 20 días. En mi caso, tengo
suerte porque mi enfermero y mi endocrino entienden que eso es así. Yo
creo que el sistema sanitario debería garantizar a cada diabético lo que
necesita más allá de cualquier protocolo», opina María del Carmen.
Desde la experiencia, tampoco entiende por qué se ha
reducido el número de tipos de tiras y de glucómetros. «Lo que se va a
lograr es que las personas mayores o los invidentes, por ejemplo, lo
tengan ahora más difícil a la hora de autocontrolarse», considera.
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