Transferir el tumor al animal permite investigar con los fármacos y dar con una solución personalizada - Un médico español lidera esta técnica.
El ensayo seguirá en España con participación pública y privada.
Los sufridos ratones de laboratorio pueden ser los futuros
catavenenos de los enfermos de cáncer. Al menos, eso es lo que está
investigando uno de los recientes fichajes del Centro Nacional de
Investigaciones Oncológicas (CNIO), Manuel Hidalgo. El médico, que hasta
hace poco estaba en el Johns Hopkins de Baltimore (EE UU), ha
conseguido con la ayuda de estos roedores lo que él cree que se podría
calificar como "el primer caso de un cáncer avanzado de páncreas que se
ha curado".
El sistema que se aplicó -de momento a un único paciente- es una combinación de análisis genético para saber qué fármacos pueden funcionar y de experimentación directa sobre el propio tumor. "Tuvimos suerte y acertamos, porque no había margen de error".
Los ratones desempeñaron un papel relevante: se le trasplantó el tumor que se había quitado al paciente, y así se pudo ensayar en él qué fármaco funcionaba, sin que tuviera que exponerse a tratamientos costosos y penosos con graves efectos secundarios.
El beneficiario fue Mark Gregoire, que ahora tiene 65 años. "Llegó al hospital en silla de ruedas. Era más un candidato a cuidados paliativos que a un intento de cura", recuerda Hidalgo. A Gregoire le habían pronosticado en mayo de 2006 unas pocas semanas de vida. Tenía 61 años, un agresivo cáncer de páncreas y pocas esperanzas de supervivencia. Casado, con dos hijas y tres nietos, regentaba un negocio de reparación de bicicletas en Florida. Su hermano padecía la misma enfermedad y su hermana había fallecido a causa de ella a los 40 años. Mark no estaba contento con la atención que había recibido en el centro médico de Miami en el que se le estaba tratando, así que decidió contactar con el Johns Hopkins, en Baltimore, donde su hermano había acudido y en el que había quedado bastante contento. Lo normal es que Gregoire hubiera sufrido el mismo desenlace que sus hermanos. El cáncer de páncreas es de los que peor diagnóstico tiene. El 95% de los pacientes fallece, indica Hidalgo.
Como recuerda por teléfono el propio paciente, contactó con el Centro Comprensivo sobre el Cáncer Sidney Kimmel, afiliado a aquel hospital, un miércoles de junio de 2006. El lunes siguiente ya estaba hablando con Hidalgo, que le habló del tratamiento experimental que habían puesto en marcha en el hospital. Se trataba de extirparles a los pacientes de cáncer de páncreas el tumor e implantar partes de este en diversos ratones, para tratarles con distintos medicamentos y ver cuál resultaba el más efectivo para cada caso. El viernes siguiente, Mark ya estaba en el quirófano.
A los ratones a los que se le había implantado el tumor de Mark se les sometió a distintos tratamientos dos veces por semana durante cuatro semanas. El más efectivo resultó ser la mitomicina C, un medicamento que previene la multiplicación de las células tumorales creando puentes en la doble hélice del ADN. Mientras tanto, a Mark se le había sometido a un tratamiento con quimioterapia y gemcitabina que había resultado ineficaz. La enfermedad había comenzado a hacer mella en él.
Los doctores decidieron tratar a Mark con mitomicina C, por ser el remedio más efectivo sobre los ratones. Durante cuatro meses se le administró ese medicamento, lo que provocó que sus marcadores tumorales en sangre decrecieran un 50% por mes, hasta la desaparición total del tumor en el páncreas. Mientras tanto, y debido a los efectos secundarios del tratamiento, se le administraron analgésicos, que abandonó 12 meses después de salir del quirófano.
"Los médicos me iban informando detalladamente de todo el proceso", explica. "Yo sabía que era algo experimental y que, como todo en este campo, asumía unos riesgos. Pero los médicos que me habían visto al principio me habían dado semanas de vida y no tenía nada que perder. Y aquí sigo, ahora, cuatro años después. Conozco el cáncer de páncreas muy bien, por mis hermanos. En total, tres de siete hermanos lo hemos padecido. Los médicos no tenían que decirme lo mortal que es para convencerme, fue un privilegio contar con ese tratamiento. Sin él, estaría muerto a día de hoy".
El caso de la familia Gregoire es una clara muestra de que en estos tumores hay una base genética. "Pero no hay un patrón común a todos ellos", indica Hidalgo. "Hay entre 600 y 700 genes que analizar en cada caso", añade. El trabajo se ha publicado en Molecular cancer cell.
Con el tiempo, 22 meses después de la operación, el cáncer se expandió al pulmón, y Mark está recibiendo ahora tratamiento para combatirlo. "Pero me siento muy bien, excelente", dice. "Muchísimo mejor que hace cuatro años, desde luego. Entonces me dieron semanas de vida. Hoy llevo una vida normal. El cáncer está en un lugar muchísimo menos mortal y estoy recibiendo un tratamiento contra él. Nada que ver con lo agresivo que era el cáncer de páncreas. Sé perfectamente que sin el tratamiento en Johns Hopkins no estaría vivo para contarlo".
Siendo estrictos, no se puede considerar que a Gregoire le hayan curado del cáncer de páncreas. En oncología se considera que se ha superado el tumor a los cinco años, y estos todavía no han pasado. Pero Hidalgo cree que este puede ser el camino. "Un solo caso no sirve", admite. "Ahora hay que ver si se puede escalar", dice.
Y si lo hace, será en España. "Se tratará de un sistema cooperativo público y privado", explica Hidalgo. Aparte del CNIO, participarán el Hospital de Fuenlabrada (público) y el grupo Hospital de Madrid, que ha nombrado a Hidalgo director del CIOCC (Centro Integral Oncológico Clara Campal).
El sistema que se aplicó -de momento a un único paciente- es una combinación de análisis genético para saber qué fármacos pueden funcionar y de experimentación directa sobre el propio tumor. "Tuvimos suerte y acertamos, porque no había margen de error".
Los ratones desempeñaron un papel relevante: se le trasplantó el tumor que se había quitado al paciente, y así se pudo ensayar en él qué fármaco funcionaba, sin que tuviera que exponerse a tratamientos costosos y penosos con graves efectos secundarios.
El beneficiario fue Mark Gregoire, que ahora tiene 65 años. "Llegó al hospital en silla de ruedas. Era más un candidato a cuidados paliativos que a un intento de cura", recuerda Hidalgo. A Gregoire le habían pronosticado en mayo de 2006 unas pocas semanas de vida. Tenía 61 años, un agresivo cáncer de páncreas y pocas esperanzas de supervivencia. Casado, con dos hijas y tres nietos, regentaba un negocio de reparación de bicicletas en Florida. Su hermano padecía la misma enfermedad y su hermana había fallecido a causa de ella a los 40 años. Mark no estaba contento con la atención que había recibido en el centro médico de Miami en el que se le estaba tratando, así que decidió contactar con el Johns Hopkins, en Baltimore, donde su hermano había acudido y en el que había quedado bastante contento. Lo normal es que Gregoire hubiera sufrido el mismo desenlace que sus hermanos. El cáncer de páncreas es de los que peor diagnóstico tiene. El 95% de los pacientes fallece, indica Hidalgo.
Como recuerda por teléfono el propio paciente, contactó con el Centro Comprensivo sobre el Cáncer Sidney Kimmel, afiliado a aquel hospital, un miércoles de junio de 2006. El lunes siguiente ya estaba hablando con Hidalgo, que le habló del tratamiento experimental que habían puesto en marcha en el hospital. Se trataba de extirparles a los pacientes de cáncer de páncreas el tumor e implantar partes de este en diversos ratones, para tratarles con distintos medicamentos y ver cuál resultaba el más efectivo para cada caso. El viernes siguiente, Mark ya estaba en el quirófano.
A los ratones a los que se le había implantado el tumor de Mark se les sometió a distintos tratamientos dos veces por semana durante cuatro semanas. El más efectivo resultó ser la mitomicina C, un medicamento que previene la multiplicación de las células tumorales creando puentes en la doble hélice del ADN. Mientras tanto, a Mark se le había sometido a un tratamiento con quimioterapia y gemcitabina que había resultado ineficaz. La enfermedad había comenzado a hacer mella en él.
Los doctores decidieron tratar a Mark con mitomicina C, por ser el remedio más efectivo sobre los ratones. Durante cuatro meses se le administró ese medicamento, lo que provocó que sus marcadores tumorales en sangre decrecieran un 50% por mes, hasta la desaparición total del tumor en el páncreas. Mientras tanto, y debido a los efectos secundarios del tratamiento, se le administraron analgésicos, que abandonó 12 meses después de salir del quirófano.
"Los médicos me iban informando detalladamente de todo el proceso", explica. "Yo sabía que era algo experimental y que, como todo en este campo, asumía unos riesgos. Pero los médicos que me habían visto al principio me habían dado semanas de vida y no tenía nada que perder. Y aquí sigo, ahora, cuatro años después. Conozco el cáncer de páncreas muy bien, por mis hermanos. En total, tres de siete hermanos lo hemos padecido. Los médicos no tenían que decirme lo mortal que es para convencerme, fue un privilegio contar con ese tratamiento. Sin él, estaría muerto a día de hoy".
El caso de la familia Gregoire es una clara muestra de que en estos tumores hay una base genética. "Pero no hay un patrón común a todos ellos", indica Hidalgo. "Hay entre 600 y 700 genes que analizar en cada caso", añade. El trabajo se ha publicado en Molecular cancer cell.
Con el tiempo, 22 meses después de la operación, el cáncer se expandió al pulmón, y Mark está recibiendo ahora tratamiento para combatirlo. "Pero me siento muy bien, excelente", dice. "Muchísimo mejor que hace cuatro años, desde luego. Entonces me dieron semanas de vida. Hoy llevo una vida normal. El cáncer está en un lugar muchísimo menos mortal y estoy recibiendo un tratamiento contra él. Nada que ver con lo agresivo que era el cáncer de páncreas. Sé perfectamente que sin el tratamiento en Johns Hopkins no estaría vivo para contarlo".
Siendo estrictos, no se puede considerar que a Gregoire le hayan curado del cáncer de páncreas. En oncología se considera que se ha superado el tumor a los cinco años, y estos todavía no han pasado. Pero Hidalgo cree que este puede ser el camino. "Un solo caso no sirve", admite. "Ahora hay que ver si se puede escalar", dice.
Y si lo hace, será en España. "Se tratará de un sistema cooperativo público y privado", explica Hidalgo. Aparte del CNIO, participarán el Hospital de Fuenlabrada (público) y el grupo Hospital de Madrid, que ha nombrado a Hidalgo director del CIOCC (Centro Integral Oncológico Clara Campal).
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