14.11.10 - 00:07 -
José Manuel Fernández disfruta de un hígado nuevo desde
hace dos años. Afirma que «aunque suene a topicazo, tengo dos fechas de
cumpleaños. La segunda la celebro el día 18 de julio», cuando le
trasplantaron un nuevo órgano que le permitió seguir viviendo.
-¿Pudo agradecer a la familia del donante que dieran su consentimiento?
-No quisimos, aunque sospechamos quienes eran. Pero no
creo que encontrara suficientes palabras para agradecer a la familia del
chico (era un hombre joven) que dieran su consentimiento. Me gustaría
gritar a los cuatro vientos que en este mundo nos hacen falta más
donantes. Yo desesperé durante los 13 meses que estuve en la lista de
espera. Hay gente que ha muerto mientras aguardaba un órgano.
-En 2005, con 49 años, le descubren que tiene el
hígado destrozado, pero no es hasta 2008 cuando se lo trasplantan. ¿Cómo
fue esa espera?
-Hasta que me metieron en la lista de espera, en la que
estuve 13 meses y diez días, sabía que lo que me ocurría era grave, pero
no tanto como el resto de mi familia o amigos. Mi mujer Isabel me
confesó más tarde que hubo una temporada en la que parecía que ya estaba
muerto. Adelgacé 20 kilos (me quedé en 58) y mi aspecto físico era el
de un hombre de 90 años. Hasta para subir el peldaño del portal me
tenían que empujar.
-¿Qué ocurrió cuando entró en la lista de receptores?
-Ahí fue cuando me di cuenta de que me podía morir. He
llorado muchas veces durante ese tiempo. Me sentía impotente. Notaba en
la mirada de mi dos hijas y de mi mujer que algo iba fatal. Además, como
me dijeron que tendría que esperar tres o cuatro meses, pasado ese
tiempo, llegué a imaginar que no sobreviviría para cuando me tocase el
turno.
-Pero la operación no llegó a la primera.
-El 18 de junio de 2008 me llamaron justo antes de
sentarme a comer. Me ingresaron, me hicieron todo tipo de pruebas e
incluso me rasuraron. Pero el médico rechazó el hígado en el último
momento, porque lo vio dañado. Esa noche la pasé en casa con una gran
pesadumbre, pero sabiendo que era el primero en la lista. Justo un mes
después, a la misma hora, me volvieron a llamar y esta vez sí fue la
buena. ¡Hasta el rasurado me sirvió de la primera! Todo fue tan bien que
terminaron cuatro horas antes. Cuando llamaron a mi mujer para decirle
que todo iba bien, ella y mis hijas estaban convencidas de que el médico
les iba a decir que había muerto. Menudo susto se llevaron.
-¿Qué fue lo primero que comió?
-¡Un bocata de jamón! Durante dos años sólo pensaba en
eso. No creo que vuelva a probar la verdura hervida. Fue mi dieta
durante meses interminables.
No hay comentarios:
Publicar un comentario