Manuela de la Vega, Transplantada, Presidenta de Alcer y Adiba
A Manuela de la Vega (Madrid, 1958) le diagnosticaron una diabetes que derivó en insuficiencia renal. Transplantada de riñón y páncreas, hoy preside Alcer –contra las enfermedades renales– y Adiba –asociación de diabéticos–. Suman dos mil enfermos, y al frente una mujer "soltera, sin hijos ni perro que me ladre".
Manuela de la Vega, a la que la Asociación de Trasplantados de Páncreas le debe mucho. |
MATÍAS VALLÉS –
Para que se haga cargo del tipo de entrevista: "¿Por qué los órganos habrían de ser el único producto gratuito?"
–Porque habría tráfico de órganos, que serían productos de lujo. Se perjudicaría a las personas sin recursos. Con el sistema actual, regalamos vida cuando morimos, es la única técnica médica que requiere solidaridad.
–Los escritores de autoayuda también donan su alma, pero cobrando.
–Estoy en contra de la donación retribuida. La media de espera de un riñón es de un año y si no se dona es por falta de información, no por precio.
–¿Los accidentes de tráfico salvan vidas?
–Son la mayor fuente de donantes, pero han decaído gracias a Dios por la nueva ley de Seguridad Vial. Sin embargo, el número de donaciones se mantiene.
–¿Con mejor información se hubiera ahorrado usted el transplante?
–El diabético que se cuida no sufre hoy ningún problema, pero yo tenía 17 años, me comía el mundo y no disponía de la información y facilidades actuales. La diabetes tiene una cosa buena, que no duele, y otra mala, que no duele.
–¿Sabe usted más que un médico?
–No científicamente, pero todo paciente de una enfermedad crónica conoce su cuerpo y su enfermedad mejor que un médico. Los doctores no deberían regañar a los pacientes cuando se portan mal, porque el enfermo dejará de ir a la consulta. Eso me pasó a mí con la diabetes.
–¿Cómo es la relación con la máquina de diálisis?
–Llegas a encariñarte con ella.
–¿Donaría usted un riñón en vida a un familiar?
–Si estuviera sana, sí. Los familiares responden bien, pero hay casos no compatibles. El donante no sufre porque no es una extracción agresiva, y el transplante da mejores resultados. En Estados Unidos, un amigo puede donar un riñón, aquí todavía no.
–¿El enfermo tiene derecho a saber quién le ha cedido un órgano y viceversa?
–Por ley no se sabe y, como implicada, pienso que no es bueno saberlo. Fui operada en Barcelona, y mi riñón era de un joven de 22 años que se mató en accidente de tráfico. Siento agradecimiento personal, pero prefiero imaginármelo a ver una foto suya.
–Entre donante y receptor se establece una relación especial.
–Un mallorquín transplantado de riñón escribió una carta al periódico donde expresaba su gratitud por la donación. Fue localizado por la familia del donante, que le reclamó dinero.
–¿Un inmigrante es un transplantado?
–Los inmigrantes extranjeros son muy buenos donantes. Cuando una persona dona, el Estado se hace cargo de los gastos del fallecimiento y repatriación. Disponen así de un interés adicional pero, oye, han dado vida.
–¿Y los riñones de cerdo?
–No son viables para humanos. Se habla de que en diez años se obtendrán órganos a través de células madre. Así se evitará la fuerte medicación inmunosupresora que yo tomo.
–¿Cómo convenció a Rafael Nadal de que hiciera campaña por la donación?
–Fui un día a la plaza de Toros, cuando se jugaba la Copa Davis con Ferrero, Moyá y Nadal. El médico del equipo nos ayudó, porque les dijo que era importante. Rafa empezaba a despuntar, y siente el agradecimiento hacia quienes confiamos en él desde el primer momento. Cada año actualizamos las fotos en Manacor, gracias a su tío. Incluso dejó que le entrevistara mi sobrina, que estudia Periodismo y que arrasó en la universidad con su trabajo.
–Las ONGs son más corruptas que los Estados.
–No creo, nos controlan mucho. Nos sometemos a una auditoría anual y no vivimos de la beneficencia, sino de las subvenciones de instituciones y Cajas. Mi cargo es voluntario y no remunerado.
–¿Los supervivientes disfrutan más?
–Sí, estoy en la mejor etapa de mi vida desde que me transplantaron hace doce años. Con la enfermedad nunca te encuentras al cien por cien. Es un tópico, pero disfrutas más y aprecias los pequeños detalles.
–¿El estado de ánimo cura?
–Totalmente. Cuando enfermé tenía ganas de morirme, de dormir y no despertar. Un tratamiento psicológico me hizo redescubrir la vida, y no lo he necesitado nunca más. Hoy aporto positividad a otras personas, como paciente experta.
–¿Tiene el orgullo de la mujer sola?
–Vivo muy bien así, soy la única soltera de doce hermanos. Tengo amigas que desean rehacer su vida, pero no es mi caso. Si tuviera una relación, sería tú en tu casa y yo en la mía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario