POR MAVI DOÑATE el 3 de jun 2010.
Una vez un querido colega de la profesión me relató cómo le había impresionado una imagen de un reportaje que le había tocado cubrir como fotógrafo. Corrían los 80 y con su cámara Canón F1 aguardaba en un hospital del País Vasco para retratar paso por paso una operación de trasplantes de órganos. En el pasillo todo eran manchas verdes que se movían a toda velocidad porque la vida es siempre lo más urgente y con la premura de que en los milagros cada segundo cuenta. Pero entre la rapidez fue algo lentó lo que captó su atención. Allí en esa camilla que entraba al quirófano y en la que sólo se veía un bloque compacto de tela verde sin rostro ni cuerpo definido, sólo una lenta respiración pausada y rítmica indicaba que a esa persona que traían de un accidente de tráfico y con muerte cerebral le quedaba tan sólo el aliento de la "vida" mecánica. Un hálito que horas después había desaparecido, y entonces ese volumen verde ocupaba inerte la misma camilla que a mi colega le debió parecer más fría y más grande. Pero al otro lado de la puerta, una joven no sólo tenía cara descubierta y cuerpo, sino también un nuevo corazón que a día de hoy sigue latiendo con el sístole y diástole del agradecimiento.
Me
he acordado de esta historia, quizá porque me la contó de forma tan
gráfica que la imaginé mucho, y por momentos era yo la que estaba en
esos pasillos de los quirófanos. Y me he acordado, también, porque hoy
es el Día Nacional del Donante y nos hemos ido a la
cárcel de Estremera a unos 80 kilómetros de Madrid para grabar un
reportaje sobre una campaña que lleva el presidente de la Federación
Nacional de Enfermos y Trasplantados Hepáticos
Se llama
Carlos Sanz y aqui está junto al cámara Pablo Balsa y junto a mi en el
patio de la cárcel. A Carlos lo conocí hace unos años en Zaragoza y su
historia tiene también un trozo de este post. Por cuatro veces le han
trasplantado el hígado de personas diferentes, y como el dice, la vida
le ha dado, de momento, cuatro oportunidades. Lleva seis meses
recorriendo todas las prisiones españolas para convencer a los presos de
que se hagan donantes. Una iniciativa arriesgada pero en la que ya ha
conseguido que 4.000 obtengan su carnet.
Me
propuso rodar con él hace unos meses, y el debate se generó entre mis
compañeros de la redacción...algunos me dijeron que era ir a la
población más débil en busca de órganos, otros que si era consciente de
que podía causar una gran alarma dado el índice de anticuerpos del VIH
(casi el 10 por ciento de la población reclusa) y de la hepatitis C (más
del 25 por ciento) que padecían...Pues bien, sobre lo primero me ha
sorprendido la respuesta tan positiva de los internos que, excepto los
que se saben enfermos o sus creencias religiosas se lo impiden, se
sienten orgullosos de firmar la donación como este interno al que
entrevistamos.
Sobre
lo segundo, hemos hablado con el coordinador de los trasplantes del
Clínico de Zaragoza que nos tranquiliza porque asegura que nunca se
trasplanta un órgano que puede contagiar una enfermedad grave, bien
infecciosa o tumoral. Los protocolos se siguen, y Carlos me cuenta que
una vez que se ha dicho que ese órgano es apto, nadie de los 5.300
personas que en España están en lista de espera se plantearía de dónde
viene el corazón, el riñón o el hígado que tanto ansían por necesidad.
España
está a la cabeza en donaciones, hace años que somos líderes, pero no es
suficiente. Hay personas de esas 5.300 que llevan más de cinco años
esperando, por ejemplo, un riñón, y en Europa mueren doce personas al
día a la espera de un órgano vital....Asi que ¿por que no llevar la
campaña a las cárceles?
....Y
luego está el interno que fuera de cámara, y sin casi levantar los ojos
del suelo, nos dice algo que se nos queda ahí para comentar durante el
viaje de vuelta al Pirulí...algo de que un día quitó la vida a alguien,
y que hoy ha firmado saldar su deuda, porque aunque él ya no lo verá,
puede que sus órganos den la vida a alguien...
Pero esto será ya otra historia.
fuente: http://blogs.rtve.es/reporteros/posts.
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