Su verdadero nombre no se supo hasta 1997, pero un 15 de noviembre de 1984 la pequeña dejó de respirar y abrió un agrio debate ético en EE.UU. sobre los trasplantes entre especies. La polémica puso en la picota al eminente cirujano Leonard Bailey
Día 15/11/2011 - 12.16h
bbc
Stephanie Fae Beauclair, fallecida a las 21.00 horas de un día como hoy de 1984 en el hospital universitario Loma Linda de California. Su nombre fue una auténtica incógnita durante 13 años, hasta que su madre se atuvo a revelarlo mitigado ya el duelo por la pérdida de su niña. La joven, que tenía 23 años cuando nació su hija, envolvió el caso de un halo de misterio que contribuyó aún más a hacer de la historia de la niña que sobrevivió 21 días con un corazón de mandril en su pecho un auténtico «bombazo».
Pero hoy, «Baby Fae», que es como se conoció a la pequeña valiente, ha caído en el olvido. Su efeméride es una buena excusa para recordar su operación, aquella que hubiese hecho del eminente doctor Leonard L. Bailey, de 41 años entonces y jefe del departamento de Cirugía Cardiovascular, un héroe nacional si se hubiesen cumplido sus optimistas expectativas de que la niña cumpliese los 21 años con el órgano del babuino latiendo en su interior. Y sin necesidad de intervenirla nuevamente. En lugar de eso, fue puesto en la picota científico-médica y levantó la espita de un acalorado debate ético y legal sobre los trasplantes de animales al organismo humano.
Pero hoy, «Baby Fae», que es como se conoció a la pequeña valiente, ha caído en el olvido. Su efeméride es una buena excusa para recordar su operación, aquella que hubiese hecho del eminente doctor Leonard L. Bailey, de 41 años entonces y jefe del departamento de Cirugía Cardiovascular, un héroe nacional si se hubiesen cumplido sus optimistas expectativas de que la niña cumpliese los 21 años con el órgano del babuino latiendo en su interior. Y sin necesidad de intervenirla nuevamente. En lugar de eso, fue puesto en la picota científico-médica y levantó la espita de un acalorado debate ético y legal sobre los trasplantes de animales al organismo humano.
Defecto congénito en el ventrículo izquierdo
El docto cirujano Bailey fue durante un tiempo el médico más criticado del mundo, aunque él siguió defendiendo, entonces y después durante el ejercicio de su carrera, que el ser humano está habilitado para los trasplantes inter-especie.
A los padres de «Baby Fae», de poco más de dos kilos de peso, se les ofreció tres opciones para remontar el síndrome hipoplástico -un defecto congénito en el ventrículo izquierdo de su diminuto corazón- con el que nació Stephanie, según contaba el corresponsal de ABC José María Carrascal: «El trasplante, dejarla morir o una operación muy complicada para tratar de repararlo». Después de cuatro días meditando la decisión, la joven madre se decantó por confiar en el órgano del mandril hembra, de 10 meses y tres kilos y medio de peso como el salvador de su bebé.
La muerte sobrevino por una insuficiencia renal tres semanas después de que la madre apareciese frente al televisor con su niña en brazos, dándole uno de sus últimos biberones. Los médicos habían declarado hasta última hora (aunque el fallecimiento del bebé se comunicó al público dos días después) que la niña no presentaba síntomas de rechazo, que había superado con éxito la operación quirúrgica y que ya era toda una «niña coraje» (dado que en el anterior precedente de trasplante de un órgano animal a un adulto surafricano, el varón sólo respiró tres días más). ABCpublicó el 6 de noviembre, solo nueve días antes de morir, que los doctores barajaban ya que «Baby Fae» recibiese un segundo corazón de mono, al que ya tenían dispuesto para otro posible trasplante, según los portavoces del centro de Loma Linda.
«La operación se realizará si el sistema inmunológico de la paciente rechaza el órgano y si no dispone de un corazón humano para suplir la deficiencia. Los especialistas confían en que un segundo trasplante no será necesario. Todos sus signos vitales son estables -declaraban- y no hay señales de rechazo del primer órgano trasplantado». Poco después, se publicó que ocultaron que la recién nacida estaba conectada a una máquina de diálisis. Por ello, 48 horas antes de morir, aumentaron las dosis de drogas antirrechazo que administraban a la conocida como «Baby Fae». «Entre esas dosis, había diversos esteroides y un nuevo medicamento, Cyclosporin-A, de efectos más fuertes. Pareció que la niña se recuperaba. El problema fue que la droga Cyclosporin-A es tóxica, y ante la cantidad que estaba ingiriendo, los riñones de "Baby Fae" empezaron a mostrar señales de insuficiencia», contaba Carrascal en las páginas de este periódico. Y el corazón de mandril injertado dejó de funcionar.
Para el doctor Bailey, que llevaba años experimentado con trasplantes entre cabras y ovejas, la operación había abierto «nuevos caminos para la Medicina» a pesar del fatal desenlace. Siguió defendiendo que los corazones de simio son aptos para el organismo humano. En EE.UU. se agitó la polémica por «Baby Fae» mientras los telediarios abrían con las imágenes del «Discovery» retornando a Cabo Cañaveral con dos satélites en su bodega, en lo que se denominó la primera «captura espacial». La cara y la cruz del progreso y la ciencia.
A los padres de «Baby Fae», de poco más de dos kilos de peso, se les ofreció tres opciones para remontar el síndrome hipoplástico -un defecto congénito en el ventrículo izquierdo de su diminuto corazón- con el que nació Stephanie, según contaba el corresponsal de ABC José María Carrascal: «El trasplante, dejarla morir o una operación muy complicada para tratar de repararlo». Después de cuatro días meditando la decisión, la joven madre se decantó por confiar en el órgano del mandril hembra, de 10 meses y tres kilos y medio de peso como el salvador de su bebé.
La muerte sobrevino por una insuficiencia renal tres semanas después de que la madre apareciese frente al televisor con su niña en brazos, dándole uno de sus últimos biberones. Los médicos habían declarado hasta última hora (aunque el fallecimiento del bebé se comunicó al público dos días después) que la niña no presentaba síntomas de rechazo, que había superado con éxito la operación quirúrgica y que ya era toda una «niña coraje» (dado que en el anterior precedente de trasplante de un órgano animal a un adulto surafricano, el varón sólo respiró tres días más). ABCpublicó el 6 de noviembre, solo nueve días antes de morir, que los doctores barajaban ya que «Baby Fae» recibiese un segundo corazón de mono, al que ya tenían dispuesto para otro posible trasplante, según los portavoces del centro de Loma Linda.
La noticia del bebé muerto contrastó con las imágenes del avance del «Discovery» en el espacio
Para el doctor Bailey, que llevaba años experimentado con trasplantes entre cabras y ovejas, la operación había abierto «nuevos caminos para la Medicina» a pesar del fatal desenlace. Siguió defendiendo que los corazones de simio son aptos para el organismo humano. En EE.UU. se agitó la polémica por «Baby Fae» mientras los telediarios abrían con las imágenes del «Discovery» retornando a Cabo Cañaveral con dos satélites en su bodega, en lo que se denominó la primera «captura espacial». La cara y la cruz del progreso y la ciencia.
http://www.abc.es/20111115/sociedad/abci-baby-corazon-mono-trasplante-201111151043.html
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