Al ser poco numerosos los trasplantes renopancreáticos, hay escasa experiencia en el manejo de embarazos en esa situación.
La gestación de una mujer trasplantada implica siempre cuidados especiales y controles rigurosos, porque se trata de embarazos de alto riesgo, que deben ser seguidos no sólo por obstetras, sino por un equipo multidisciplinario.
Así lo explica la médica Claudia Travella, jefa del servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital Privado, donde ya han nacido más de 40 bebés de madres trasplantadas.
La mayoría de las que dieron a luz, según datos internacionales, en un 75 por ciento, son trasplantadas renales, seguidas por las que recibieron trasplantes hepáticos y cardíacos (20 por ciento), en tanto que sólo un cinco por ciento lo son de renopáncreas.
“Por esa razón, y porque ese tipo de trasplante es relativamente reciente, es muy poca la experiencia al respecto, y no hay guías de atención específicas, porque las publicadas hacen referencia más que nada a las trasplantadas renales”, indica.
Los riesgos. Travella puntualiza que los riesgos para la madre y el niño se centran en la posibilidad de abortar, de tener un parto prematuro, de sufrir preeclampsia (hipertensión propia del embarazo), y de que el bebé tenga bajo peso al nacer.
“Los riesgos suelen estar vinculados con la condición renal previa a la gestación”, advierte la obstetra, que destaca que las recomendaciones son no embarazarse antes del año del trasplante, que no exista rechazo del injerto en el año previo y función renal estable.
Además, antes del embarazo, se reemplazan las drogas inmunosupresoras estándar por otras que la experiencia ha mostrado que no dañan al bebé.
“Por eso, la mujer trasplantada puede embarazarse, pero con preparación previa para llegar a la gestación en las mejores condiciones, pero siempre será un embarazo de riesgo”, finaliza.