Hoy que es domingo de invierno, y no paro de toser cada vez que me río, me he encontrado con una guía que, para colmo, ni es guía ni es nada.
Y, claro, he tosido. Lo que me esperaba eran buenos consejos que
sirvieran para todos aquellos que teniendo diabetes quieran seguir
haciendo deporte o cualquier actividad deportiva sin preocuparse por
hipoglucemias. Pues en esa guía publicada ayer, lo más que encontraréis
serán generalidades.
Hace
unos días nos llamó uno de nuestros socios para darnos la mala noticia
de que su nieto había debutado con sólo 8 años. Bueno, a ver, hablando
en cristiano como se dice aquí: le han detectado diabetes tipo 1. De las
cosas que más le preocupan a nuestro amigo es que por esto tenga que
dejar de practicar el fútbol, su pasión, la del chiquillo. Le comenté
que cuando hicimos en el Hospital de Valme la Jornada Diabetes 2.0, uno
de los asistentes nos propuso algo de vital importancia: por qué no se
ha avanzado a día de hoy en la cuantificación de energía que se consume
cuando nos movemos, y por qué no escribirlo. Sí hay estudios sobre
cuántas calorías gastas corriendo, o limpiando la casa, pero no hay una
traducción en unidades de insulina a retirar, ni nada parecido. El que
así nos lo planteó era licenciado en Educación Física y además
profesional de la Salud en el propio Valme, y aunque le he buscado, es
como si se lo hubiera tragado la tierra. Faltan esos estudios, porque no
me vale lo que se nos suele decir:
- Ah, bueno, sí. Cuando hagas ejercicio, pues... sí, claro, claro; antes no te pongas insulina.
- Bueno, mire usted, es que primero quiero desayunar algo, y luego ya me pongo a caminar rapidito por la ruta del colesterol*...
Pues es lo que hay. O intentas sacar conclusiones midiendo el antes y el después en términos de valores de glucemia capilar (¡que te hagas una medición de azúcar en casa en esos momentos!), y, además, cuantifiques qué raciones de hidratos ingieres (que cuántos azúcares te metes entre pecho y espalda), o poco más tienes para irte a hacer deporte sin riesgo de caerte redondo por una hipoglucemia (un bajón de azúcar). Las guías, como todo, o están avaladas por tus mismos endocrinos o por tus médicos de Atención Primaria, o sal corriendo. No hay que confiar en nada que pueda afectar a tu vida, y cada cosa que leamos (por supuesto, esto que te cuento, lo primero) hay que ponerlo en tela de juicio.
En la guía leerás al principio esto de que "Las personas con diabetes representan un segmento importante de la sociedad". Vale, cierto. Todas las investigaciones lo están avalando. Pero en esto de que "hay una gran variedad en cuanto a los requisitos dietéticos"... ahí no coincido al cien por cien. Es como si cada cual precisase unas cantidades distintas, o unas normas diferentes. Y la norma es más simple que una pera: cuantificar los azúcares que se toman, para así utilizar la insulina necesaria para esa cantidad ingerida, como principal. El resto se refiere a lo que cualquier persona sana debería seguir: no consumir grasas saturadas (vamos, a las trans decirles "va de retro satanás"), llevar una dieta variada (que no significa que variemos de marca de donuts cada día, o de patatas fritas), comer fruta y verdura a diario,... y como dirían algunos famosos pensadores, como Aristóteles o mi amigo José Mari, la virtud está en el punto medio, así que nada de pasarnos.
Vale, no abusamos, pero si no te enseñan qué alimentos contienen hidratos de carbono, mal vamos. Cualquier endocrino lo sabrá por experiencia, pero muchos pacientes creen que los alimentos bajos en hidratos son los que no llevan "assssssssssssssuuuuuca", y que las papatas se pueden comer todas las que se quieran porque, como el pan, no es dulce. No vaya ser que queden dudas: azúcares de esos que nos suben el idem son la sacarosa, esa cosa blanquilla que le echas al cafelito, y lo son también los almidones de los cereales, con los que se hacen panes, y los spaguittis, las paellas, las harinas de maíz, las palomitas o los kikos, y las masas de los pasteles "sin azúcares añadidos" que te cuestan un ojo de la cara; y seguimos: también almidones son los de las patatas, las yucas, las remolachas, los boniatos, el ñame, una raíz como la mandioca, y otros muchos tubérculos que se consumen en las zonas productoras con nombres que aquí ni nos suenan. Quedan por añadir las frutas, cuyo azúcar es la fructosa. Todos esos, de arriba a abajo, contienen azúcar. Hay otros, pero no te dan la patada al páncreas según los tomas.
¿Y las famosas grasas trans más peligrosas? Pues metemos ahí ante todo los aceites tropicales, los de semillas o los de pescado, los hidrogenan y ya tienes LDL para taponar no nuestras arterias, sino las tuberías de Madrid. Dicen las malas lenguas que las margarinas y los plásticos son medio primos de padre, pero eso que lo digan los que saben.
Volviendo al deporte, tenemos que ser realistas. ¿Qué hacen los deportistas de verdad cuando practican eso por lo que les pagan? Pues que lo digan los de la Universidad. "Dieta base: Debe ser una dieta mixta, variada, que contenga todos los nutrientes: lípidos, carbohidratos y proteínas en sus formas de alimentos frescos y naturales: frutas, verduras, productos integrales, lácteos etc. Constituye la dieta diaria del deportista".Pues eso, lo que decíamos. Un poquito de todo y mucho de nada.
De la guía nada quedó, porque hay que escribirla. Si alguien sabe de alguna que ya esté publicada donde nos digan pasito a pasito qué hacer cuando nos animemos a subir un cuatro mil nos lo pasáis, por favor, que me quedé en dos mil y por intentarlo no pierdo nada, como muchos otros.
*Traductor:
"ruta del colesterol" es esa vía que hay en cada pueblo, bien sea una
acera, una alameda, o un carril de tierra, por donde verás cada día,
tanto por la mañana como a la hora de la novela, después de comer,
muchos hombre y mujeres metiditos en carne vestidos en chándal caminando
presuntamente rápido. Algunos hasta sudan mientras, a la vez, ponen
verdes a sus vecinos y adelgazan.
Beatriz González Villegas.
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