Asociación de Trasplantados de Páncreas.

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lunes, 5 de septiembre de 2011

Los pacientes que saben leer salud y los médicos valorados.

Mi médico, el Dr. D. Federico Relimpio, tiene un blog que sigo. Es un médico diferente. Para mí es el mejor endocrino. En él encontré al primer endocrino sin pizca de paternalismo barato, que te dice lo que hay y cómo hay que hacerlo, sin florituras ni mandangas; y si aceptas, te da las herramientas. 

Creo que ya lo conté. Una vez, estando en Asisa y tras dejar mi endocrino de entonces la compañía, por eso de la Ley de incompatibilidades, estuve buscando quien lo sustituyera, y acudí a golpe de teléfono y espera de pocas semanas a la consulta de alguien, no me acuerdo ni de su nombre, que tenía muchos títulos colgados de su sala de espera de lujo. Una vez dentro de su consulta observé las fotos suyas junto al rey, junto al Papa, velones de algún paso de la Semana Santa sevillana y muchos adornos barrocos dorados por todas partes. Hay que decir que estábamos en uno de los barrios más caros de Sevilla, y que este señor era famoso como endocrino, y además, por los buenos resultados estéticos de sus pacientes. Él, muy sonriente, y como dando paso a esa primera cita, empezó a regalarme el oído con las muchas expectativas que había respecto a mi enfermedad entonces: que si las insulinas nuevas, que si los trasplantes, etc. Pero, por suerte, días antes había estado con mi médico de familia, un joven recién salido de la facultad, casado con una diabética, hablando de todo este  tema. Los trasplantes de entonces eran una broma de mal gusto. Caíamos como moscas. No se sabía ni por dónde enganchar el páncreas sin que te "deshicieras por dentro", según me contaba él. Así que cuando vi aquella sonrisa de anuncio con tanta promesa de futuro le interrumpí, disculpándome, y le pedí que me tratara con lo que había en ese momento, porque ni los trasplantes prometían ser alternativa para mí, ni las insulinas eran tan perfectas como para no crearte complicaciones periféricas. Aquel egregio doctor paró en seco y malhumorado me dijo que mi actitud era muy negativa y que estaba en su derecho a echarme de su consulta, porque no quería personas como yo, tan ingratas, en ella. Soy más realista que ingrata. Estoy segura que las cuatro gordas que tuviera como pacientes no serían nunca ingratas tras perder sus kilos de más y poder hacerse fotos embutidas en trajes de lentejuelas doradas con su majestad; "Un poné". Pero para nosotros, los diabéticos, no hay milagritos temporales que con poco esfuerzo te hagan perder lo que quieres perder: la propia enfermedad. Prefiero que me echen de las consultas mamarrachos peseteros que se saltan las leyes de incompatibilidad y que te cuentan cuentos chinos. Prefiero profesionales despistados, que mientras hablan contigo no paran de moverse, pero a los que no se les escapa ni una. Y sobre todo, prefiero a hombres que saben pensar.

En este texto que he encontrado se explica la evolución de los pacientes en España, y también, de alguna manera, y a pesar de tantas denuncias contra la Sanidad Pública, se traslucen las razones por las que son los médicos los profesionales más valorados en este país. 


Necesitamos más alfabetización sanitaria y más diálogo entre los dos componentes fundamentales de nuestra Salud: los usuarios (pacientes) y los profesionales. Los que nos limiten con políticas y normas deberán dejarnos darnos la mano y no les valdrá entonces enfrentarnos a unos y otros. No falta esperar a Utopía. Lo podemos hacer.

Beatriz González Villegas.






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El paciente del siglo XXI.
A. J. Jovell.


RESUMEN
Estamos viviendo un cambio social en la sanidad
sin precedentes en la historia de la humanidad. La
sociología moderna intenta explicar este cambio
mediante los conceptos de modernización reflexiva,
vida o sociedad líquida o fin de la historia. Este cambio
social se traduce en un nuevo modelo de pacientes
más informado y con unas mayores expectativas
con respecto a la sanidad y a la salud. Mayor información
no supone mejor conocimiento y más responsabilidad
sobre la salud. Para ello se requiere aumentar
la consciencia social e individual de las personas
como agentes de salud y como usuarios responsables.
La Universidad de los pacientes aparece como
proyecto orientado a aumentar la alfabetización sanitaria
y cívica de la población y como necesidad de
adaptar los sistemas sanitarios a las nuevas necesidades
generadas por un nuevo modelo de usuario.




LA SOCIEDAD CAMBIA MÁS
RÁPIDO QUE LA SANIDAD.


(...)
En España se ha producido en los últimos años una elevada alfabetización de la población, entendida ésta como un aumento del porcentaje de ciudadanos que saben leer, escribir y hacer operaciones numéricas simples. A ello se ha unido un incremento de la educación formal de la ciudadanía, medida por el porcentaje de personas que han finalizado los estudios de bachillerato y los que han tenido acceso a estudios universitarios. Curiosamente, este aumento de la alfabetización formal básica y superior no se ha acompañado de un incremento de la alfabetización sanitaria y de la educación cívica. 

Por alfabetización sanitaria se entiende la capacidad de las personas para encontrar, entender y utilizar adecuadamente, en beneficio propio o de aquellas personas que cuidan, la información relacionada con los temas de salud. Asimismo, el concepto de educación cívica hace referencia, en este caso, a la capacidad de los ciudadanos para realizar un uso justificado y adecuado de los recursos públicos.
 

A estos déficits de alfabetización sanitaria y educación cívica se une la extensión, en el Estado del bienestar, de los servicios sanitarios al ámbito de las políticas sociales. Esta situación se manifiesta en tres situaciones específicas: los centros de salud, los servicios de urgencias y la atención sociosanitaria.
 
En los sistemas sanitarios modernos el centro de salud se convierte en un “centro social” ya que parte de la patología que atiende está relacionada o acompañada de situaciones relativas a la dependencia, problemas de salud mental, estrés, soledad y adicciones, entre otras condiciones de naturaleza social. Ello ha llevado a algunos sistemas sanitarios a considerar al centro de salud como un centro social o sociosanitario, lo que supondría, en términos de organización de la asistencia, dar una mayor relevancia de la que tienen en la actualidad a los profesionales de enfermería y a los trabajadores sociales.
 

Otra característica singular de nuestro sistema sanitario es la utilización que se hace de los servicios de urgencias. En ésta se ve el reflejo de una sociedad que no sabe esperar y que busca encontrar soluciones rápidas a los problemas de salud. El hecho de que las urgencias hospitalarias sea la puerta preferida por muchos ciudadanos para entrar en el sistema sanitario cuando tienen un problema de salud indica, en aquellos casos en los que no constituye la alternativa adecuada, un déficit de educación cívica sobre los usos de los bienes públicos y un problema de alfabetización sanitaria. A ello se une la ausencia de servicios de salud que atiendan a los pacientes en horario de tarde-noche y de fin de semana. Finalmente, el envejecimiento de la población produce un incremento de la comorbilidad, lo que se define, en la denominada transición epidemiólogica, como la transición de un estadio de enfermedad única y aguda, a uno de pluripatología y enfermedad crónica. Todo ello en un entorno sanitario donde predomina el hospital de alta tecnología y la fragmentación por especialidades, obviando una aproximación más cercana a las necesidades de salud y sociales de los pacientes.
 

El escenario expuesto se hace más complejo cuando la atención sanitaria califica a sus usuarios como clientes y no como pacientes. La naturaleza del concepto de cliente o consumidor implica una capacidad de elección de lo servicios por parte de éste, una participación del usuario en la evaluación de los servicios obtenidos, dar prioridad a la visión subjetiva de la necesidad médica y la adopción de un modelo de relación entre profesionales y usuarios más simétrico, entre otras tendencias emergentes.
 

La diferencia esencial es que un consumidor de un servicio convencional, por ejemplo un supermercado, puede decidir si acude o no a éste, cuándo va y qué va a comprar, mientras que un usuario de los servicios sanitarios se supone que acude a los mismos por necesidad, no por voluntad, y su capacidad de elección está restringida.
 

En este sentido, en los servicios de atención sanitaria se manifiesta la tensión existente entre una organización diseñada para atender enfermos de forma gratuita y universal y una concepción del paciente como usuario, cliente o consumidor. Ello configura la necesidad de determinar un nuevo marco de derechos y obligaciones acordes con un nuevo modelo de paciente.
 

Finalmente, en la denominada sociedad de la información, Internet ha supuesto una verdadera revolución. Se ha pasado de una situación de incapacidad para acceder a información sobre temas de salud o del acceso a una información de escasa calidad y genérica, a acceder a una gran cantidad de información de calidad desigual y que supera la capacidad de cribado de los internautas. Así, en el mes de octubre de 2006 se podían encontrar 300 millones de referencias sobre cáncer en el buscador Google, de las que más de 3 millones eran de cáncer de mama y 1.390.000 sobre el tratamiento de este tipo de tumores con un nuevo fármaco, el Herceptin. Curiosamente, o no, Internet permite acceder a las búsquedas más variopintas, como la de encontrar 455 webs que hacían referencia al inexistente tratamiento de la angina de pecho con frijoles.


CONCLUSIONES
Los resultados de los estudios citados
en este artículo y la mayor parte de la
bibliografía revisada evidencian dos grandes
tendencias. 


En primer lugar, la aparición
de un nuevo modelo de paciente-ciudadano
que se quiere responsabilizar de
su salud y la de su familia, y para ello adopta
una conducta de consumidor de servicios
en relación a la provisión sanitaria. 


En
segundo lugar, los usuarios y los pacientes
manifiestan tener una gran confianza en la
profesión médica como agente principal
del sistema. Esta confianza es superior a la
depositada en otras profesiones sanitarias
y se mantiene a pesar de las quejas en
torno a la atención sanitaria recibida. 


En
este sentido, las iniciativas de asociacionismo
y de alfabetización sanitaria pueden
contribuir a preparar a los pacientes y a
los profesionales a confrontar los diferentes
cambios que se están produciendo en
los sistemas sanitarios modernos y a facilitar
la transición política del Estado a la
sociedad del bienestar.



http://www.cfnavarra.es/salud/anales/textos/vol29/sup3/PDFs%20Suplemento%2029.3/09-El%20paciente%20del%20siglo.pdf.

Blog citado: El Tonto de Santa Justa. http://tontosantajusta.blogspot.com/.
Dr. D. Federico Relimpio: @ .

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