Llevo una mala racha. Dolor, cada vez más dolor. Y todo lo que parecía que mejoraría mi situación está resultando al revés. Más dolor.
Acabo de entrar en el FB, en la cuenta de la asociación. Siempre cuelgo allí noticias sobre trasplantes. Ayer casi dejo de hacerlo para siempre porque es lo mismo cada vez: en tal sitio hacen falta donantes y hay equis personas que si no, morirán. En el otro alguien salvó su vida porque recibió un trasplante de no sé qué, y... dos noticias más y siempre igual: una de cal, los terminales somos más terminales porque no hay donantes. Otra de arena: se salvó una vida.
El final de una de mis películas favoritas lo define muy bien. Así andamos a veces, animándonos unos a otros, cuando todos sabemos cuál es la realidad.
En Argentina tengo conocidos que andan luchando por su Ley de Trasplantes. En Bolivia hay una doctora con un enorme corazón en la Coordinación de Trasplantes que, de vez en cuando, le permiten hablar en plata, nombrando cuántos moriremos si allí no cambia la política y hay mejoras. En España, algunas personas se han unido creando un nuevo grupo, y también luchan por que otros consigan lo que ellos consiguieron. Y en el Facebook he recibido un comentario de una señora de Uruguay que me ha hecho animarme y avergonzarme.
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