Asociación de Trasplantados de Páncreas.

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lunes, 20 de enero de 2014

"Voy a curar la diabetes a mi sobrina Edurne y a millones de niños"


josu feijoo astronauta
"Voy a curar la diabetes a mi sobrina Edurne y a millones de niños"


Josu Feijoo se ha cansado de la alta montaña. "Ya no me pone". Tras pisar las cúspides de todos los continentes y conquistar los dos polos, el planeta se le ha quedado pequeño. Espera que 2014 le dé la oportunidad de culminar el proyecto de los últimos siete años: viajar al espacio aner gondra - Sábado, 18 de Enero de 2014

bilbao. "Vivo con la diabetes, no para la diabetes". Desde que le diagnosticaron esta enfermedad, Josu Feijoo (Gasteiz, 1965) se ha convertido en un icono de la investigación contra esta afección que padecen 171 millones de personas en el mundo. Tras ser el primer diabético en coronar el Everest, este alavés está cerca de ganarse sus alas como astronauta gracias a un viaje al espacio en el que realizará experimentos médicos. En su preparación se ha codeado con las leyendas de la carrera espacial.

¿Cómo surge este viaje al espacio?


La gente tiene sueños y se va olvidando de ellos a medida que crecen. Yo no. Desde pequeñito he tenido dos sueños: escalar el Everest y ser astronauta. Tras subir al Everest me llegaron nuevos patrocinadores. Bastó que tuviese el respaldo de empresas privadas que querían investigar sobre la diabetes para que se me abrieran las puertas a retomar ese sueño.

¿Qué objetivos tiene ese viaje?
El primero: repercusión social para que una persona diabética pueda tener acceso a cualquier puesto de trabajo. Un diabético no puede ser militar, policía, bombero o piloto de avión. Yo he pasado pruebas que no las pasan bomberos, policías y militares y piloto aviones de combate. Luego está la evolución del software de telemedicina, que es lo que estoy desarrollando últimamente. Y también es cierto que se abría la tercera vía de poner a Euskadi en el mapa de países que tienen un astronauta. Hay 38 países con un astronauta y Euskadi sería el 39 o el 40.

¿Cómo ha sido su formación como astronauta?


He estado en los tres centros que hay de preparación para astronautas. Los americanos estudian en la NASA y los rusos en el Yuri Gagarin Cosmonaut Training Center. Hacerlo por una causa desinteresada me ha servido para estar con las dos agencias. En 2006 reservamos mi plaza para ir al espacio con Virgin Galactic, la lanzadera que va a usar la NASA hasta que tenga desarrollada su lanzadera Ares. Ellos te facilitan los contactos con las dos agencias para hacer diferentes entrenamientos.

¿Y qué tal le ha ido?

Primero fui a Philadelphia, al centro Nastar. Es un centro privado al que van pilotos del ejército o pilotos comerciales. Casi todos los entrenadores vienen de los programas espaciales. Pasé las pruebas psicológicas con un equipo de la Universidad Central de Florida. Tienes que acreditar un coeficiente intelectual de tres dígitos, cuando lo normal es estar en 77 o 78. Yo saqué 114. Sobre todo hay que ser una persona muy fría y muy equilibrada. Una vez que pasas esas pruebas psicotécnicas, llegan las pruebas físicas. Ahí yo tengo una zancadilla: soy diabético. Pero administrándome insulina tengo un perfil como una persona normal. Luego la teoría la he hecho en seminarios de la NASA. He ido cinco veces a Cabo Cañaveral y una a Houston. Son seminarios muy caros. Pero muy, muy caros. Afortunadamente yo siempre he tenido el apoyo de empresas tecnológicas y farmacéuticas que quieren evolucionar en sus sistemas de medición y control de pacientes.

¿Eran diferentes pruebas en Estados Unidos y Rusia?

Pasé todas las de la NASA y en 2009 estuve con la agencia espacial rusa. Ellos tienen la mejor centrifugadora del mundo y la prueba Hidrolab, en la que vestido de astronauta bajas al fondo de una piscina en la que hay una réplica de la Estación Espacial Internacional y tienes la sensación de flotabilidad más parecida a lo que te vas a encontrar en el espacio exterior. Los rusos se basan más en los perfiles físicos que en los psicológicos. Van a lo pragmático. Veo, luego creo. Así que te hacen muchas perrerías. Muchas de las pruebas médicas te las hacen con los ojos cerrados para inducirte el pánico.

¿Qué tal le fue bajo el agua?


Es una prueba muy complicada, con un traje que pesa 135 kilos. Ponértelo lleva un par de horas y con ayuda. Luego quieren que te creas que Sandra Bullock se lo pone sola. Vas con 4,8 atmósferas de presión dentro del traje. Tienes la sensación de que la cabeza te va a reventar. Estás a 14 metros de profundidad y tienes que salir del módulo madre de la estación espacial e ir al laboratorio para resolver un problema. Te dan dos horas y lo normal es no resolverlo. Yo tardé 29 minutos y es una prueba que solo han hecho 150 personas en el mundo. Los rusos se quedaron impresionados. Sergei Krikolev, un cosmonauta legendario, me dijo: "Cuando vuelvas de este viaje al espacio, te invitamos a vivir un mes en la estación espacial y hacer más experimentos con células madre allí arriba".

¿Aceptará la invitación?

El corazón y la cabeza me dicen que sí, pero la prudencia me dice que espere a que vuelva. Me gustaría ir, porque sería algo importante para los científicos suizos con los que trabajo. Ellos han hecho muchos avances. Han curado la diabetes en ratas de laboratorio y ahora yo lo voy a probar en mi cuerpo en el espacio exterior. Si estuviese en la estación espacial dos o tres semanas haría experimentos con resultados mucho más apreciables de cara a buscar la línea de investigación. Yo soy un privilegiado. Pero también soy una persona seria, consecuente y responsable que se ha comprometido a curar a mi sobrina Edurne, que tiene 11 años y es diabética desde los 16 meses. La voy a curar a ella y a millones de niños. Y si no los curo, voy a facilitar que no tengan tantas trabas a nivel laboral y social.

Usted también pilota aviones de combate.


Sí. Para ir al espacio todos los astronautas tienen que hacer una serie de horas de vuelo en cazas de combate, porque permiten hacer despegues verticales. Se trata de simular un despegue a unos 2.400 kilómetros por hora, dos veces y media la velocidad del sonido. Me pasaron a unos programas y seminarios con simuladores y me enseñaron a pilotar. Yo ahora piloto el MIC-29. Esto me sirve para probar el software que llevo al espacio. Es muy delicado y no sirve de nada que lo lleve al espacio si con la violencia del despegue se rompe. La única forma de probarlo es en el avión de combate. En noviembre he estado en Estados Unidos pilotando y en las pruebas que he hecho todo ha ido bien. He sido capaz de hacerme un control de glucosa a dos Gs. Con eso te pinchas y te puedes desangrar, se te puede reventar la vena. Y el software funciona perfectamente, lo que me da más garantías de cara al viaje al espacio. Me quedo tranquilo porque a los laboratorios que han creído en este proyecto y a los chavales que contactan conmigo a través de internet les puedo decir que funciona.

¿Cómo será su viaje al espacio?

Despegamos y aterrizamos en Nuevo México, en un recinto diseñado por Norman Foster. Será a lo largo de 2014 y me avisarán con cien días de antelación. Yo ya tenía mi viaje cerrado cuando la Virgin de Richard Branson absorbió la empresa Scaled Composite. De 600 billetes que hay ahora vendidos, yo soy el 144. Por eso seré, más o menos, el astronauta número 600 del mundo en salir al espacio. De los que subirán con Virgin, solo el 25% son turistas multimillonarios, en el 75% se impone el componente científico. Además, de los que se lee por ahí que han comprado un billete, la mayoría no podrá ir al no pasar todas las pruebas. Subiremos 115 kilómetros y nos quedaremos unas seis horas en la órbita baja de aparcamiento del transbordador espacial. La duración del viaje dependerá del comandante, del combustible y del peso de los pasajeros.

¿Le dará tiempo a algo más que a sus experimentos?

A mirar por la ventana, pero solo necesito un segundo para eso. Veré la tierra una vez y me valdrá. Veremos un amanecer cada 90 minutos, unas 16 veces. Con ver amanecer dos o tres veces al día, me vale. Sé que el resto serán iguales. Además tengo memoria fotográfica. Dicen que todo el que ve la Tierra desde el espacio cambia psicológicamente.

¿Qué le dice su familia?


Mi mujer, mi hija y mi madre están muy orgullosas de mí. Mi padre está en el cielo. Sabe que yo quería ser astronauta y, por unas horas, voy a estar más cerca de él. Algún día voy a estar con él, porque soy muy creyente. En la agencia americana más te vale ser muy creyente, porque si no, no vas muy lejos. Todos los astronautas que conozco creen en Dios profundamente. Todos son ingenieros con varias titulaciones, lo más alto en el ámbito de la ciencia y se impone el sentido común. A nada que te metas un poco con la física cuántica, te vas a dar cuenta de que ahí hay algo que no termina de cuadrar. Y ese algo tiene que ser Dios.












Imagen: http://estaticos.elmundo.es/elmundo/imagenes/2013/02/27/alicante/1361981960_0.jpg
Publicado en: http://www.deia.com/2014/01/18/sociedad/euskadi/voy-a-curar-la-diabetes-a-mi-sobrina-edurne-y-a-millones-de-ninos

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