Asociación de Trasplantados de Páncreas.

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jueves, 14 de abril de 2011

De vuelta a la vida. Enfermos narran cómo han sorteado la muerte.

Enfermos narran cómo han sorteado la muerte

De vuelta a la vida

Tres enfermos narran cómo un hígado, células madre de un cordón umbilical y un riñón les han librado de la muerte
pamplona, m. gonzález - Miércoles, 13 de Abril de 2011 - Actualizado a las 05:19h

Ángel García, Cayetano Reguera, José Carlos de la Dehesa y Kepa Etxeberria, durante la mesa redonda celebrada en la Casa de la Juventud.
"Entré muerto, prácticamente, en las Urgencias de Virgen del Camino, con las varices esofágicas rotas y vomitando sangre. Me diagnosticaron cirrosis. Era el 19 de junio de 2008". Quince meses más tarde, el 29 de septiembre de 2009, Kepa Etxeberria recibía un trasplante de hígado. "Nunca había tenido síntomas porque este órgano no duele, de hecho antes de ingresar casi ni había pisado la consulta del médico", explica.
Kepa, de 48 años y padre de dos hijos, fue operado de urgencia ese mismo día y permaneció ingresado en Virgen del Camino hasta que le derivaron a la CUN para un trasplante. "Era mi única posibilidad si quería continuar vivo. Estuve un año de espera, cuidándome a tope, porque, aunque parezca un contrasentido, para que te hagan un trasplante debes estar muy sano", apunta.

Pese al mazazo que supuso recibir un diagnóstico que le ponía a las puertas de la muerte, este electricista prejubilado nunca perdió la esperanza. "Pasé miedo cuando me anunciaron que debía someterme a un trasplante, pero, aunque los médicos me iban diciendo conforme pasaba el tiempo el porcentaje de mis probabilidades de fallecer, tenía mucha confianza. Nunca pensé en morir".
Y llegó el día. Kepa lo recuerda entre risas: "Estaba con una chica y cuando nos despedimos comentamos que ambos teníamos la sensación de que me iban a llamar". Y así fue. A las doce y media de la noche sonaba el teléfono. Había un hígado. "La emoción fue enorme". A los cinco días ya estaba en casa y con un montón de años de vida por delante. "Estoy feliz. Me cuido, pero llevo una vida normal, con las limitaciones de la medicación, que me obliga a llevar una dieta especial, por ejemplo no puedo comer limones ni naranjas". Del donante, no sabe nada -"sólo de dónde era y porque se les escapó"-, ni quiere saberlo. "Soy partidario de que los pacientes no busquen a sus donantes o sus familias porque no saben cómo van a reaccionar y pueden establecerse relaciones extrañas, pero cada cual es libre de decidir".

Kepa, de la asociación Atehna, apela al sentido común para animar a donar órganos. "Lo que al morir nos llevamos a la caja, no sirve para nada, en cambio, si lo donamos, daremos vida". No defiende, sin embargo, las donaciones porque ahora le deba la vida a una. "Yo era donante desde antes de tener 19 años. De riñón y córnea, porque entonces no se hacía nada más, pero ahora se aprovechan casi todos los órganos", se felicita, mientras se despide recordando que se puede ceder en vida hasta el 60% de hígado y con una ilusionante frase. "Ahora estoy perfecto".
células madre

Una fábrica de sangre nueva

Ángel García tiene 26 años y trabaja en el estudio de un arquitecto. Si a este joven de aspecto saludable se le realiza un análisis de sangre los resultados serán sorprendentes: sus cromosomas sexuales corresponden a los de una chica. ¿La razón? Hace casi cuatro años le implantaron células madre de una niña para tratar la leucemia linfoblástica que le diagnosticaron en 2006. "Mi pecho estaba hinchado, no podía respirar bien por la noche y sudaba muchísimo. Supuse que era por estrés, pero fue mucho peor", recuerda. El tratamiento fue largo y no reaccionó bien a la quimioterapia. Necesitaba un trasplante de médula.

"Mis hermanas no eran compatibles y hubo que buscar un donante externo. No aparecía, nos íbamos desesperando, sobre todo mis padres". Fueron días de espera y angustia para la familia. "Un día me llamaron de la Fundación Carreras, a la que se lo debo todo. Me iban a implantar células madre del cordón de una niña catalana. Me fui a Barcelona con mi familia porque aquí todavía no se realizaba ese tipo de trasplante", precisa el joven, de la asociación Domena. "Lo que me han hecho -explica con sencillez- es cambiarme lo que fabrica la sangre, las células madre, por eso tengo ahora sangre de chica".

Gracias a la intervención, Ángel ha recuperado no solo la salud sino también la juventud. "Hago vida normal, practico deporte, voy de marcha... todo lo que puede hacer cualquier joven, salvo que he madurado mucho y valoro las cosas importantes", reflexiona. Tras su experiencia anima a almacenar cordones umbilicales. "Está de moda porque los Príncipes y algunos famosos han enviado los de sus hijos a clínicas privadas. Eso es muy egoísta: sus cordones para ellos y los de la red mundial, también si los necesitan", critica. "Basta con firmar un papel para guardar el cordón gratis y que lo pueda usar tu hijo u otra persona que lo necesite. Sin personas solidarias yo no estaría aquí. Para ser solidario no hace falta ir al extranjero a hacer labor humanitaria. Se pueden salvar vidas aquí".

diálisis
Encadenado a una máquina
 
"Quistes en los riñones. Heredé la enfermedad de mi madre. Desde los 18 años me trataron con fármacos pero a los 42 tuve que recurrir a la diálisis". Hasta hace nueve años, Cayetano Reguera, de 52 años, estaba condenado a vivir encadenado a una máquina. "Tres días a la semana y cuatro horas cada sesión. Tuve que dejar de trabajar y se me hizo una fístula en un brazo. La diálisis te va comiendo la vida y sólo un trasplante puede evitarlo", expone. Cayetano, de Alcer, recibió el anhelado órgano en la festividad de Todos los Santos de 2002. "Al despertarme me di cuenta de que el riñón funcionaba", rememora con una chispa en los ojos. Desde entonces vive con no demasiado temor el peligro de que su cuerpo rechace el órgano. "Lo llevo con tranquilidad. Se trata de cuidarlo mucho y no hacer locuras, aunque sé que éste riñón no es para siempre, tiene unos años de vida. Si falla... otra vez a la máquina y a la lista de trasplantes", dice resignado.

Padre de dos hijos, habla con orgullo de cómo ellos están concienciados de la necesidad de que haya donantes. "Mi hijo mayor ya ha expresado su deseo de serlo y nosotros si falleciera respetaríamos su decisión. Él ha heredado la enfermedad, pero gracias a los avances científicos no tendrá que pasar por lo que he pasado yo", afirma. "Los navarros tienen que pensar que también algún día ellos pueden necesitar un órgano", observa.



http://www.noticiasdenavarra.com/2011/04/13/sociedad/navarra/de-vuelta-a-la-vida

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