La diabetes
de Carlos Sobera
ASÍ ME CURÉ
coordinado
por M.C. fotografía de Sergio Enríquez-Nistal producción de María José Cercós
- · Tras notar que tenía más sed de lo normal, el presentador pidió unos análisis y le detectaron diabetes tipo 2.
- · Cambió su dieta, venció su resistencia a hacer ejercicio y le recetaron una pastilla. “Ser diabético me ha supuesto ventajas”, dice. “Soy más disciplinado y estoy más ligero, pienso con más claridad, duermo mejor...”.
A mi regreso
de vacaciones, decidí hacerme un chequeo. Acababa de cumplir 51 años, mis
amigos ya empezaban a hablar de la próstata, del colon… y me dije que tocaba
hacerme unos análisis. Pensaba que, si la analítica no revelaba nada, no me
metería en más fregados, porque les tengo cierto miedo a los médicos. Me hice los
análisis en octubre y siempre recordaré que, estando grabando en Bilbao, el
médico me llamó y me dijo: ‘Pásate por una farmacia y mírate el azúcar’. Me
había salido una cifra muy alta y querían comprobar si era algo puntual o no.
Me asusté mucho, paramos la grabación y me fui a hacer una analítica rápida,
que reveló que tenía 303 de azúcar. El problema era real.
Esa misma noche, al
acabar de grabar, me fui a urgencias al hospital y fue entonces cuando me
diagnosticaron diabetes tipo 2. Más allá de la sed yo no tenía otros síntomas.
Los médicos me explicaron que esta enfermedad es peligrosa porque no da
sintomatología, es silenciosa. Y las personas que no se revisan con cierta
periodicidad pueden estar sufriéndola durante años sin saberlo, y enterarse cuando
a lo mejor ya ha provocado daños en otros órganos, como la vista o el riñón,
que son los problemas principales de quienes tienen una diabetes no controlada.
Bien, tenía diabetes tipo 2. Había que tratar de averiguar las causas, si era una
predisposición genética, si estaba provocada por mis hábitos dietéticos y de
vida… En mi familia solo mi abuelo por línea paterna había tenido, ya a una edad
avanzada, la enfermedad. En cambio, si tenemos que hablar de mis hábitos… Comía
muy mal, muy desordenadamente. Con mucho pan, dulces, grasas… Eso, unido a mi
propensión a engordar, me había provocado un sobrepeso que, sin ser excesivo,
era poco saludable. En cuanto al ejercicio, aunque entre los 20 y los 40 años
yo había jugado mucho al futbito, lo había dejado cuando empecé a trabajar a
tope, viajando constantemente. Y nunca he sido amigo de los gimnasios, ni de la
bicicleta estática, que me aburría mortalmente.
Todo eso había que corregirlo.
Desde el principio me tranquilizaron mucho, y me aclararon que la diabetes,
como enfermedad crónica, ha cambiado en los últimos años. Eso sí, me obligaba a
unos hábitos de vida lo más sanos posible: lo primero, una dieta para adelgazar
los kilos que me sobraban y, una vez estuviera en mi peso, otra dieta
equilibrada, y mantenida de por vida, prescindiendo de azúcares y alcohol
–afortunadamente, nunca he sido bebedor–3, y con un consumo muy moderado de
carbohidratos. También debía hacer ejercicio, tomar una pastilla al día de
metformina, y revisarme anualmente la vista y el riñón.
Lo primero que hice fue
ir al nefrólogo y al oftalmólogo: ambos me dijeron que todo estaba bien.
También me hice una analítica muy completa. Afortunadamente, no surgió ningún
problema añadido. Y me puse en serio con la dieta: entre octubre y agosto, de
forma paulatina, bajé esos 10 kilos que me sobraban. Lo más duro fue dejar de
tomar dulces –me apasionan– y pan, ya que siempre he sido muy panero. Por
último, tuve que vencer la resistencia psicológica al ejercicio y me compré una
bicicleta estática y una plataforma vibratoria. También compré unas pesas, no
de profesional, sino de esas de tres o cuatro kilos, porque parece que levantar
peso ayuda mucho a quemar el azúcar. Cuando puedo, me doy paseos. Los días de
trabajo fuerte, en los que llego a grabar cinco programas seguidos, estoy tan
machacado que, cuando llego al hotel, lo último que quiero es hacer ejercicio; entiendo
que son días en los que he andado tanto y he estado tanto tiempo de pie que he
quemado todo el azúcar.
Durante los primeros 10 meses, fui muy riguroso y todos
los días me medía los niveles por la mañana, a media tarde y por la noche.
Ahora solo me los mido dos o tres veces a la semana, y siempre tengo bien los
valores. No he tenido grandes picos: ni subidones de azúcar ni, tampoco, las
temidas hipoglucemias, que se dan a veces por ese esfuerzo en no tomar azúcares
y que pueden provocar desmayos. De vez en cuando me he notado un poquito bajo,
pero eso es algo que puedes resolver sin problemas tomando unas nueces o una pieza
de fruta.
Cuando me preguntan si me ha costado aceptar mi enfermedad, yo
planteo que lo verdaderamente difícil es lidiar con un diagnóstico de una
patología que te puede llevar en poco tiempo al otro barrio. Cuando te dicen
que lo tuyo es una enfermedad crónica, ya te están abriendo una puerta a la
esperanza: la cronicidad no es posible sin tiempo, y el tiempo es vida. Me fui
empollando todo sobre la diabetes tipo 2 y comprendí que se puede vivir muchos años
y con calidad de vida. He hablado con muchos médicos, tanto los que me han atendido
como otros que son amigos míos, y todos me han dicho lo mismo: no hay más
secreto que llevar una vida ordenada. Siendo moderado y llevando un control
médico puedes, sin grandes sacrificios, tener una vida totalmente normal.
Pero
es que, además, ser diabético tipo 2 me ha supuesto algunas ventajas: yo solo
era disciplinado en el trabajo, y ahora he introducido la disciplina en todos los
órdenes de mi vida. Me encuentro mucho mejor física y mentalmente. Estoy más
ligero, más fresco, pienso con más claridad, descanso y duermo mejor, en las
grabaciones largas derrocho energía... Me encuentro francamente bien.
Contar en
antena que tenía diabetes tipo 2 no fue premeditado, sino algo espontáneo: surgió
y lo dije, sin más. Me sorprendió que, a raíz de aquello, la Asociación de
Diabéticos se pusiera en contacto conmigo y me dijeran que les había llamado la
atención que lo declarase públicamente, parece que la pauta de conducta es la contraria,
ocultar la enfermedad. Yo no quiero ser bandera de ningún movimiento, faltaría
más, pero no tengo inconveniente en contarlo a quien lo quiera oír. Ni me enorgullece
ni me avergüenza, pero decirlo está bien. Si mi testimonio pudiera ayudar a
alguien… mejor que mejor.
Imagen: Carlos Sobera apadrina un cómic sobre la diabetes infantil creado por Diabalance |
Publicado en el SUPLEMENTOS | MAGAZINE El Mundo
Fecha: 14/07/2013 Páginas 26 y 27.
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