La diabetes y los platillos volantes.
Día a día se va avanzando más y más sobre el conocimiento de la diabetes. No hay semana que no aparezca una publicación acerca de nuevos avances sobre esta enfermedad, bien sobre las causas, sobre los tratamientos, o sobre tonterías. Hoy me dedicaré a las tonterías.
He de admitir que me gustan los misterios, y no solo los que se refieren a cómo es posible que en un centro público sanitario haya un tratamiento, y no en el de al lado. Misterios hay demasiados, ya, es verdad; pero me gustan. Son pequeños o grandes retos. Claro que no hay dos retos iguales: no es lo mismo adivinar si una puede subir sin ayuda al Veleta, que identificar el color del sujetador de la chica que taconea hacia ti, por casualidad, en una acera, sin haberle mirado el escote. Como diría Alejandro Sanz, "no es lo mismo", pero todo lleva intrínseco un poco de misterio.
Si os gusta la ufología, no me podréis negar que eso de pasarse jornadas enteras esperando ver un OVNI tiene gracia. Más aún si os lo tomáis como una afición motivadora dentro de vuestra vida. En mis años mozos he sido una gran aficionada a la paleontología, y os aseguro que no hay emoción igual a la de encontrarse en un paseo una piedra con algún rastro identificable. Es un subidón. Nunca lo he comprobado, pero imagino que la adrenalina que se suelta en ese momento es digna de subirte el azúcar cerca de las nubes, con todo el jaleo que eso conlleva, pero aún así los amantes del "fosileo" lo hacemos. Cada afición tiene algo de esto, de esa sensación de ponerte a mil. Pues imaginemos a un ufólogo, que es a donde iba desde el principio (mi manía de caminar en espiral antes de aterrizar...)
Hoy he leído algo que no quiero dejar de comentaros por esa "mijita" de mala leche que tengo, y es un titular que si no te ponen los misterios es para darle una patada al ordenador: Diabetes por extrañas luces celestes. Las luces de las que habla no son las de la poli, que bien podrían ser. No. Pero, aparte de lo extravagante del titular, hay una frase que tiene su intríngulis: "¿Cuántas personas conoce usted que hasta un infarto han llegado a sufrir por el susto que llegan por lo regular a causar esas apariciones misteriosas en los cielos, lagos, ríos, montes y demás?"
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Pues sí. ¿Cuántos conocéis? Un infarto por una aparición misteriosa en, por ejemplo, la cama es digna de infartazo si la que se aparece es una modelo de Victoria´s Secret de carne y hueso, bien por el susto que supone toparte con alguien que no estaba invitado, o por el "subidón" victoriano victorioso de ver la modelo a la vera del futuro infartado. Al pobre se le acelería el pulso, se le subirían la tensión arterial y otras muchas cosas, hasta el punto de perder el corazón por la moza. Sí señor. Es posible. Luego tampoco sería extraño que ocurriera eso por una visión inexplicable, paranormal rara, o para normales raros. Hasta ahí lo creemos.
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Claro que lo que sigue es algo más intragable si hay que relacionar diabetes y platillos volantes: Javier sin apellido, de cuarenta y algún años, ve un OVNI. Tras ese día se encuentra mal (como poco, diarrea emocional). En el hospital le detectan cuatro gramos de azúcar en sangre (la adrenalina hizo su efecto); Vamos, que estaba para regalar mermelada a un vampiro. Y, ¡tachán!, le mandan dieta (toma ya) y tratamiento. De todo este proceso no hay nada anormal. Y la clave es la dieta, porque me da la impresión que Javier, de tanto mirar al cielo, no era muy deportista. Así que me lo imagino obeso (digamos que de barriga cervecera, y donuts a tutiplén). Con este perfil no es que haya debutado con una diabetes tipo 2 de golpe y porrazo. Es que (y todo suposición, como cuando se quiere desvelar un misterio hasta llegar a la parte interesante del escote del que hablaba antes) posiblemente Javier tuviera ya una diabetes latente, o, peor todavía, sin detectar. El susto, el malestar del susto..., y la cadena se cierra en el hospital con los resultados de unos análisis que siguen la fórmula del método científico, y no del esotérico.
Imagen 3 Barrigas cerveceras.
Sí hay que valorar la historia. Todos deberíamos animar a los demás a tener una afición como eso de la ufología, porque por algún lado se verá una luz que lleve a la la luz de un centro médico, y ahí se diagnosticarían muchos de los diabéticos que viven en peligro por padecer una diabetes sin saberlo.
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¿Qué sale más barato, organizar mesas de despistaje (que no son las que usan los trileros para despistar a los futuros timados), o animar a que muchos más se dediquen al esoterismo? No lo sé, pero, por si acaso, el miércoles 6, en Triana, República Independiente, al otro lado de la frontera fluvial del Guadalquivir sevillano, José Manuel García Bautista tiene organizada una salida en busca de los misterios del barrio, los fantasmas famosos y más sonados (no hay fantasma que se precie que sea silencioso hasta el fin de sus días), y de todo lo que pueda dejarnos ojipláticos. Cinco euros por cabeza y no solo se divertirá todo el que asista, sino que se tiene una oportunidad genial de poder detectar alguna que otra diabetes oculta, tan oculta como los refajos de la imagen etérea de la Susona por la calle de la Muerte de Santa Cruz. Ahora sí que pegaría aquí una risa de esas de Historias para no dormir. ¡Juá jo jo jo jooooo!
Beatriz González Villegas.
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