Una historia digna de ser contada. Sábado 14 de enero de 2012
El árbitro coraje
El ovetense Pablo Nanclares volverá a dirigir mañana un partido de Segunda B tras superar una leucemia que le llevó al límite.
La historia de
Pablo Nanclares ha llamado la atención de los medios nacionales, como
Canal Plus, que trasladó a un equipo a Oviedo para realizar un reportaje
que se emitirá el lunes en «El día después». El árbitro, que trabaja en
una empresa de telecomunicaciones, se entrenó ayer en San Lázaro, donde
aparece en la foto junto a sus compañeros
José Ramón Alonso de la Lama, a la izquierda, y Roberto Álvarez Lana.
Oviedo, Mario D. BRAÑA
El domingo, a las cinco en punto de la
tarde, un asturiano dará el pitido inicial del Lugo-Celta B en el Anxo
Carro. Un partido más de Segunda B si no fuese porque lo arbitrará Pablo
Nanclares, que ya nunca más podrá pasar desapercibido. Porque la
historia de Pablo Nanclares Centeno (Oviedo, 8 de marzo de 1978) servirá
de ejemplo para los enfermos de leucemia. Tras dos años de lucha, en
los que llevó su resistencia al límite, Nanclares volvió a hacer vida
normal, salvo por un detalle importante para él: el arbitraje. Falló en
su primer intento por recuperar su plaza en Segunda B, pero el 14 de
diciembre superó las pruebas físicas que le permitirán volver a
disfrutar mañana de la fiesta del fútbol. Es el árbitro coraje.
En
mayo de 2009, tras acompañar a Enrique Mejuto a San Mamés como cuarto
árbitro en un Athletic-Mallorca, Pablo Nanclares dio su brazo a torcer:
«Llevaba un tiempo cansado, comía poco y sangraba por la nariz. Mi
hermana me obligó a hacer unos análisis». A las dos horas de la
extracción, sus padres recibieron una llamada: Pablo tenía que ingresar
urgentemente. Del susto pasó en seguida a la certeza de que pasaba algo
grave, leucemia. «Me ingresaron directamente en la unidad especial de
aislamiento y al día siguiente ya me dieron la primera sesión de
quimioterapia de alta intensidad».
Un mes más tarde, cuando fue
declarado apto para el trasplante, al sufrimiento físico se le añadió la
incertidumbre sobre la posibilidad de encontrar un donante compatible:
«De la familia sólo valen los hermanos, y únicamente con un 25 por
ciento de posibilidades de compatibilidad. Como mi única hermana no lo
era, mi caso pasó a la Fundación Josep Carreras, que empezó a buscar un
donante compatible entre las 18 millones de personas que hay registradas
por todo el mundo».
En septiembre de 2009, a su habitación llegó por fin un rayo de luz: «Me
dijeron que había un donante compatible al cien por ciento, que es algo
así como encontrar a una persona en el mundo que tenga exactamente tu
misma cara». El protocolo, que asegura el anonimato del donante, impidió
que Nanclares conociese a su salvador: «Sólo me dijeron que es inglés. Y
que es menor que yo, lo que me dio mucho que pensar, ya que eso
significa que se hizo donante muy joven».
Después de los trámites
necesarios, el equipo de la Unidad de Trasplante de Médula del Hospital
Central de Asturias realizó el trasplante el 17 de noviembre de 2009,
«mi segundo cumpleaños». Todo lo que había pasado Pablo Nanclares hasta
ese momento -vómitos, caída del pelo, debilidad- se quedó corto con lo
que sufrió en los siguientes siete días. «Como las sesiones habían
eliminado todas mis células madre y las nuevas necesitaban un tiempo,
durante una semana viví artificialmente», recalca Nanclares: «Llegaba un
momento en que ni la morfina me calmaba el dolor, pero los médicos me
decían que aguantase porque cada día estaría un poco mejor». Así fue: «A
la semana noté que las células volvían a funcionar porque se
regeneraban los glóbulos rojos. La sensación que tuve fue de volver a la
vida».
Otra fecha que no olvidará jamás es el 16 de diciembre de
2009, cuando abandonó el hospital en el que había pasado los siete
peores meses de su vida. Un tiempo en el que tuvo el apoyo clave de sus
padres; su hermana, Susana, y su novia, Silvia, con la que se casó poco
después. Al margen del aislamiento obligatorio, durante aquel tiempo
Pablo Nanclares no quiso ver a nadie más «porque me encontraba fatal y, a
diferencia de otras enfermedades, las visitas no me aliviarían».
Ya
fuera del hospital, Pablo Nanclares afrontó otro reto, el de
reconstruir un organismo machacado por un tratamiento brutal, que sólo
pueden superar personas con una buena preparación física. Nanclares, que
hizo atletismo hasta los 16 años y arbitra desde entonces, es
consciente de que el deporte le salvó la vida. Quizá por eso, no paró
hasta encontrarse en la situación que vivirá mañana en Lugo: «Jamás dejé
de pensar en el arbitraje».
Después de tres meses en casa, en un
ambiente lo más aséptico posible, Pablo Nanclares necesitó otros tres o
cuatro para hacer una vida más o menos normal, incluyendo algo tan
básico como caminar. Cuando, en septiembre de 2010, se volvió a calzar
unos playeros para correr, no daba crédito a su deterioro: «La primera
vez me caí un par de veces porque no tenía fuerza ni para levantar los
pies. A partir de ahí tuve muchos problemas de lesiones y cada poco
estaba en el fisio. Pasaron diez meses antes de poder entrenar con
calidad».
Consciente de que su plaza en Segunda B corría peligro,
tras dos temporadas inactivo, Nanclares apuró la preparación para pasar
las pruebas físicas en agosto y comenzar la Liga 2011-12. «Llegué muy
justo y no las pasé», recuerda con amargura: «Pasé unas semanas de
muchas dudas porque estaba muy cansado de pelear. Pero gracias a mi
mujer, que me animó a seguir, apreté los dientes y decidí volver a
intentarlo. Hubiese considerado un fracaso no recuperar el arbitraje
porque sería como si me lo hubiese quitado la enfermedad».
Decidido
a superar el último obstáculo, con el apoyo de José Manuel Suárez,
presidente del Comité Asturiano, Pablo Nanclares se volcó en la
preparación de las pruebas previstas para el 14 de diciembre en Madrid.
Cuando por fin escuchó del examinador la palabra mágica, «apto», el
ovetense explotó: «Me agarré a la barandilla que rodeaba la pista de
atletismo y durante un minuto, yo solo, descargué toda la tensión que
había acumulado».
El parón navideño retrasó la vuelta de
Nanclares a los campos de Segunda B, aunque anteriormente se rodó
arbitrando partidos de fútbol base y juveniles. Una sensación agradable,
pero nada comparado con lo que le espera mañana en Lugo: «Creo que
será, sobre todo, emocionante. Me lo tomo como uno de los últimos
escalones hacia la normalización de mi vida». Aunque su historia ya es
conocida en toda España, no espera ningún trato de favor. «He aceptado
salir en los medios para que la gente se conciencie de lo importante que
son las donaciones y para dar esperanza a los enfermos», reflexiona
Nanclares, eternamente agradecido al jefe de la Unidad de Trasplantes
del HUCA, Carlos Vallejo, y a la jefa de Hematología, la doctora Rayón:
«Gracias a ellos, la Unidad presenta uno de los mayores índices de
supervivencia de toda Europa. Esperemos que siga funcionando a este
nivel para que pueda salvar más vidas y para el prestigio de nuestra
comunidad».
http://www.lne.es/deportes/2012/01/14/arbitro-coraje-historia-digna-contada/1183907.html
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