Asociación de Trasplantados de Páncreas.

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martes, 29 de junio de 2010

Hace dos años.

Hace dos años, un 29 de junio como hoy, con partido internacional (entonces era la Copa de Europa contra Alemania), me llamaron para trasplantarme. Mi tercer aviso. Como en los toros. Y todo a una carta. Ya me veía en el corral corralero para los restos. Pero habría luna, o me cayó una estrella en el jardín o qué se yo, y a la mañana siguiente me metieron en quirófano.
Como cantaba Mercedes Sosa, todo cambia.  La suerte, que no se me arrima ni a escobazos, se sentó aquel día al borde de mi cama y se partió de risa conmigo. Y todo iba bien. Cambia lo superficial, cambia también lo profundo... Pero se fue pronto. La suerte, qué caprichosa. Hubo UCI, mucha UCI, empacho de UCI y enchufes que me hablaban y lloraban; enchufes de aquella UCI que todavía veo en sueños sin dolor, sin rencor. Porque todo cambia.
El tiempo desde entonces pasa demasiado rápido. Dicen que los viejos tenemos otra concepción del tiempo, que para los niños un plazo de una semana es un mundo, pero para nosotros es un suspiro apenas. Y así sigo, entre suspiros, esperando a la que se rió entonces conmigo a ver si entre esas risa veo moverse más despacito las agujas del reloj. No, eso es mucho pedir. Todo cambia.
Y estoy viva. Sí, ese fue el regalo de la de la risa. El mejor regalo. Su regalo, el de mi donante, el de mis hospitales, el de mis médicos. Cuántas personas en un mismo regalo. Y al recordarlo se me encoge el corazón porque siempre estaré en deuda.
A mi donante seguro que le gustaban las motos. Cuando voy al hospital de paquete siento cómo se alegra. Y algún día iremos los dos con la cara al viento, con la visera abierta del casco, libres como dos pajarracos. Libres y felices. Muchas uves, muchas ráfagas y mucho olvido de todo lo malo pasado.
Pero no cambiará mi amor, por más lejos que nos encontremos, por nuestro pueblo, por nuestra gente. Gente capaz de regalar suerte con risas, suerte con forma de un riñón, un páncreas o cualquier órgano que te libre de una muerte tan segura como la mía.
Los que estemos aquí pelearemos siempre por esas risas. Y lo que cambió ayer tendrá que cambiar mañana, así como cambio yo en estas tierras lejanas cada día, cada suspiro.
Muchas Uves; Muchas ráfagas.

Beatriz González Villegas.
Trasplantada de páncreas-riñón en el Hospital Carlos Haya de Málaga.

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