- UN EJEMPLO DE QUE CON VIDA NO HAY LÍMITES
- Vivir 20 años con trasplante lo llevan a tender la mano
- Douglas Villarroel cuenta una parte de su vida, que pocos conocen. Un riñón de su hermano le dio una oportunidad
DEISY ORTIZ D. - dortiz@eldeber.com.bo
El 22 de febrero de 1994 marcó la vida del médico Douglas Villarroel (48 años). Fue la fecha en que volvió a nacer con el riñón de su hermano, Alberto, cuando las probabilidades de continuar con vida eran nulas. Ya han pasado 20 años y desde esa vez Douglas celebra cada 22 de febrero como si fuese su cumpleaños, incluso al cumplir 15 años de su trasplante se lanzó de un paracaídas para demostrarse a sí mismo que no hay límites cuando se tiene vida.
Haber pasado por esta experiencia lo impulsan a dar un trato más humano al paciente y ayudar a la gente en el campo, donde es difícil acceder a servicios de salud.
Desde su consultorio en su centro Adelgace, el doctor Douglas cuenta una parte de su vida, que pocos conocen: la de haber sido paciente desde niño. Cuenta que a los 13 años, una prueba de laboratorio demostró que tenía proteínas en la orina y los médicos le dijeron que se trataba de nefropatía, un mal que afecta los riñones.
Aunque trató de continuar su vida normal eliminando de su dieta la sal, entre otros cuidados, la enfermedad fue avanzando y, después de haber egresado de médico general, le diagnosticaron insuficiencia renal.
Más adelante, cuando se encontraba haciendo la especialidad de medicina interna en México supo que tenía insuficiencia renal terminal, pero la ciencia creó el trasplante y tuvo una segunda chance. “Hasta entonces no podía ver más allá de mi enfermedad. Mi futuro era un muro inmenso que yo creía que no podía atravesar. Sin embargo, después de la cirugía (hecha en México) me di cuenta que hay vida después de un trasplante, que está marcada por la felicidad de estar vivo y por las ganas de vivir intensamente”, dice.
Douglas se siente muy agradecido con Alberto, con sus otros dos hermanos y con sus padres, que no dudaron en hacerse pruebas de compatibilidad para ser sus donantes.
Trato humano al paciente
Aunque trató de continuar su vida normal eliminando de su dieta la sal, entre otros cuidados, la enfermedad fue avanzando y, después de haber egresado de médico general, le diagnosticaron insuficiencia renal.
Más adelante, cuando se encontraba haciendo la especialidad de medicina interna en México supo que tenía insuficiencia renal terminal, pero la ciencia creó el trasplante y tuvo una segunda chance. “Hasta entonces no podía ver más allá de mi enfermedad. Mi futuro era un muro inmenso que yo creía que no podía atravesar. Sin embargo, después de la cirugía (hecha en México) me di cuenta que hay vida después de un trasplante, que está marcada por la felicidad de estar vivo y por las ganas de vivir intensamente”, dice.
Douglas se siente muy agradecido con Alberto, con sus otros dos hermanos y con sus padres, que no dudaron en hacerse pruebas de compatibilidad para ser sus donantes.
Trato humano al paciente
“Mi vida ha sido de ir al médico. Siendo pequeño y cuando ingresaba a un consultorio podía darme cuenta si le interesaba o no al médico. Aprendí muchas cosas como paciente, por ejemplo que pequeñas cosas pueden ayudar al enfermo a recuperarse. Solo el hecho de que el médico reciba al paciente con una sonrisa y se ponga de pie, ayudan mucho”, expresa. Precisamente, esto lo pone en práctica con sus pacientes y haber pasado por el trasplante también lo movieron a sumarse al equipo de trasplantes, que hizo posible el primer trasplante de hígado en Bolivia. “Me identificaba con la niña Indira y mucho tiempo estuve como coordinador de trasplante, cuando el Estado todavía no asumía esta función”, cuenta.
Además, en el centro médico de Palacios (norte cruceño) atiende gratuitamente a personas de 14 comunidades
Publicado en http://www.eldeber.com.bo/vernotasantacruz.php?id=140301225256
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